Sep
Evangelio del día
“ Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra ”
Primera lectura
Primera lectura: Esdras 6, 7-8.12b.14-20
En aquellos días, el rey Darío escribió a los gobernantes de Transeufratina:
«Dejad que se reanuden las obras de ese templo de Dios. El gobernador de los judíos y los ancianos judíos reconstruirán este templo de Dios en el lugar que ocupaba. Estas son mis órdenes sobre lo que debéis hacer con los ancianos judíos para la reconstrucción del templo de Dios: de los ingresos reales procedentes de los tributos de Transeufratina, páguese puntualmente a esos hombres los gastos sin ningún tipo de interrupción.
Yo, Darío, he promulgado este decreto y quiero que sea ejecutado al pie de la letra».
Los ancianos judíos prosiguieron las obras con éxito, confortados por la profecía del profeta Ageo y de Zacarías, hijo de Idó. Edificaron y concluyeron la reconstrucción, según el mandato del Dios de Israel y con la orden de Ciro, de Darío y de Artajerjes, reyes de Persia.
Así terminaron este templo el día tercero del mes de adar, el año sexto del reinado del rey Darío.
Los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás repatriados celebraron con alegría la dedicación de este templo de Dios. Con motivo de la dedicación de este templo de Dios, ofrecieron cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, según el número de las tribus de Israel.
También organizaron los turnos de los sacerdotes y las clases de los levitas para el servicio de Dios en Jerusalén, tal y como está escrito en el libro de Moisés.
Los repatriados celebraron la Pascua el día catorce del mes primero. Los sacerdotes y los levitas se habían purificado para la ocasión. Todos los purificados ofrecieron el sacrificio de la Pascua por todos los repatriados, por sus hermanos, los sacerdotes, y por ellos mismos.
Salmo de hoy
Salmo 121,1-2.3-4a.4b-5 R/. Vamos alegres a la casa del Señor
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron:
«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Reflexión del Evangelio de hoy
"Los israelitas celebraron con júbilo la dedicación del templo".
Como introducción a la lectura del Evangelio que hoy nos impulsa a acoger y llevar a la práctica la Palabra, la voluntad de Dios, tenemos esta lectura del libro de Esdras en la que podemos resaltar dos detalles. Uno es la “mediación”; aquí son los reyes Darío y Ciro, quienes expresan esa voluntad divina ordenando que se reconstruya el templo, y dando toda clase de facilidades para ello.
Otro detalle que no podemos pasar por alto: el llevar a la práctica la Palabra, la voluntad de Dios, es fuente de alegría, de gozo; y así vemos a los israelitas celebrando una fiesta por todo lo alto en la dedicación del templo construido.
"Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra."
El Evangelio de este día nos define a quiénes considera Jesús de su familia: aquellos que tienen estas dos actitudes, escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida; escucha, para llevar a la práctica. Él y su Madre estuvieron siempre atentos a la voluntad del Padre, para hacer de ella su alimento, su festín.
María fue, y es, la primera y mejor discípula, por eso es también la primera creyente, el modelo y madre de la Iglesia. Ahora se entiende que, en la respuesta que da Jesús a quién le avisa de que su Madre y parientes quieren verle, no hay nada despectivo hacia su Madre, es más bien una cumplida alabanza hacia ella.
Y… ¿dónde encontramos esa Palabra para acogerla? Cristo mismo es esa Palabra que nos dice el Padre. En el misterio de la transfiguración oímos al Padre que presenta a Jesús como el Hijo amado, y nos exhorta a escucharlo. Lo difícil, por no decir imposible, es poder escucharlo sin acallar tantos ruidos que nos acosan por fuera, y también por dentro.
Señor, que en la escucha atenta de tu Palabra, que nos mueve a llevarla a la práctica, encontremos el gozo de pertenecer a tu gran familia.