Sep
Evangelio del día
“ Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes . ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios 30, 5-9
Las palabras de Dios son de fiar, él es escudo para los que esperan en él.
No añadas nada a sus palabras, te replicará y quedarás por mentiroso.
Dos cosas te he pedido, no me las niegues antes de morir: aleja de mi falsedad y mentira; no me des
riqueza ni pobreza, concédeme mi ración de pan; no sea que me sacie y reniegue de ti, diciendo: «¿Quién
es el Señor?»; no sea que robe por necesidad y ofenda el nombre de mi Dios.
Salmo de hoy
Salmo 118, 29. 72. 89. 101. 104. 163 R/. Lámpara es tu palabra para mis pasos
Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu voluntad. R/.
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R/,
Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo. R/.
Aparto mi pie de toda senda mala,
para guardar tu palabra. R/.
Considero tus mandatos,
y odio el camino de la mentira. R/.
Detesto y aborrezco la mentira, y amo tu ley. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 1-6
En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
"No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.
Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si alguno no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, como testimonio contra ellos".
Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
Reflexión del Evangelio de hoy
La Buena Noticia es la Palabra de Dios de que nos habla el libro de los Proverbios. Felices los que escuchan y, más todavía, los que practican esta Palabra de Dios, esta Buena Noticia, que nos puede llegar por los Libros Sagrados, por los sacramentos, por la oración, por medio del sacerdote, de un amigo, de una amiga. Dios se puede servir de todo para hacernos llegar su Noticia siempre buena.
Lucas reseña dos veces consignas para los enviados, para los misioneros, para la misión. Hoy se dirige a los Doce. En el capítulo siguiente lo hará a los “setenta y dos”. Las diferencias son mínimas. Lo que dice a los Doce es aplicable a los “setenta y dos”, o sea, a todos.
Anunciar la Buena Noticia
“Habiendo convocado Jesús a los Doce les dio poder para proclamar el reino de Dios”. La orden es clara. La dificultad entonces y ahora es el cómo hacerlo. Es cierto que Jesús no hizo otra cosa durante su vida que enseñar a sus discípulos el modo según el cual tenían que proclamarlo: sin oro, sin pan, sin alforja, sin túnica de repuesto, sin nada. Sin pedir al cielo fuego sobre los que no escuchen o sobre los que, escuchando, no quieran hacer caso. Cuanto se consiga con estos medios será algo que no tendrá nada que ver con el Reino.
Pero, tampoco “sin nada”. Con mucha ilusión, con el optimismo propio de los sencillos. Si a esto se añade ciencia, oratoria, erudición, experiencia, miel sobre hojuelas. Pero lo fundamental es creer, estar convencidos, ser testigos. Que nadie pueda decir de nosotros lo que un político –en este caso, una-, espetó a otro en medio de una discusión: “¿Eso lo dice Vd. por convicción o por estrategia?”
Expulsar demonios y curar enfermedades
“Habiendo convocado Jesús a los Doce les dio poder para expulsar los demonios y curar las enfermedades”. No podemos contentarnos con hablar, por más convicción que pongamos en nuestras palabras. La compasión tiene que llevarnos, como a Jesús, al amor samaritano. No se trata de unas veces hablar, otras obrar. Ambas cosas son simultáneas. Hay que hablar y validar cuanto decimos con actos que humanicen, que liberen de cualquier clase de atadura, sea del demonio o de la injusticia.
Un modelo de cuanto decimos lo tenemos en el Beato Francisco de Posadas, un dominico del siglo XVIII cuya fiesta celebramos hoy. Supo encarnar en su persona ambos cometidos. Tuvo un estilo de vida evangelizador, de tal forma que fue apopado el nuevo San Vicente Ferrer. Brilló por su virtud, por su talento y, muy en particular, por su predicación persuasiva y ejemplar. Proclamó el reino de Dios, curó enfermedades y expulsó los demonios de la ignorancia, la injusticia, el pecado y cualquier atisbo de inhumanidad.