Y tenía ganas de verlo

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2-11

¡Vanidad de vanidades! —dice Qohélet—.

¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!

¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?

Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece.

Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio.

Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.

De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros.

Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos.

Salmo de hoy

Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.

Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía:
«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».

Y tenía ganas de verlo.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?

Nos recuerda la oración colecta del Domingo XXV del tiempo ordinario, que la plenitud de la ley la ha establecido Dios en el amor a él y al prójimo. Por lo tanto, todo cobra sentido desde el amor que tiene que llenarlo todo. No hay mandamiento mayor que éstos y la vida misma se queda vacía si no está asentada en el amor. Amar a todos y amarlo todo. Porque Dios es amor y en todo se manifiesta.

Situados, por tanto, en esa perspectiva y partiendo de dicha experiencia, podemos entender la posición del autor del libro del Eclesiastés: Todo es vanidad. Inmediatamente plantea la pregunta “¿qué saca el hombre de todos los afanes con que se afana bajo el sol?” Un cierto fatalismo pareciera desprenderse de la reflexión de Qohélet. ¿Para qué sirve el esfuerzo humano?

Partiendo del reconocimiento de los dones personales, recibidos por cada uno del mismo Dios, contando con la cercanía de Dios, que no abandona la obra de sus manos y la enseñanza de Jesús, que ilumina la andadura y el quehacer, podemos afirmar que es positivo el esfuerzo humano. También que es necesario, porque estamos implicados en el proceso de crecimiento, en todos los órdenes. En educación se reconoce que el alumno es el primer responsable de su formación, y el esfuerzo, nos guste o no, es necesario para integrar y procesar la información que se recibe. Pues bien, en el plano de la fe pasa exactamente igual.  Nos lo dice el mismo Jesús: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí”, por lo tanto, la responsabilidad en la vida de fe, es necesaria, porque a través de ella se da la respuesta oportuna a la invitación que Dios nos hace. Ciertamente en esa labor no estamos solos, pues ha derramado su Espíritu que nos guiará al conocimiento de la verdad plena.

Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Una y otra vez, repetiremos, respondiendo al salmista: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Orando desde la experiencia de la actuación de Dios en favor de todo lo creado. Una oración sencilla, consciente de la pequeñez y de la transitoriedad de la propia existencia. Vamos de camino, sin echar raíces en ninguna parte, confiando en el Señor, conociendo que todo permanece en la existencia si es sostenido por el Creador. Y nos sostiene por el inmenso amor que tiene hacia todo lo creado, pero muy particularmente al ser humano, al que ha creado a su imagen. Es una invitación a la sensatez. Cuando perdemos de vista qué somos y a qué estamos llamados a ser, se produce tal distorsión en lo más profundo de sí mismo, que todo se torna vaciedad y sin sentido. Le pedimos a Dios que nos enseñe a considerar qué somos, para que, en consecuencia, tengamos un corazón sensato.

Y tenía ganas de verlo

La simple curiosidad, en la que la vida no queda comprometida, sirve para muy poco. Comparemos estas dos figuras: el tetrarca Herodes y Zaqueo. Los dos están situados, tienen su mundo. Pareciera que a los dos les mueve la curiosidad. Zaqueo solo quería ver cómo era Jesús y él comparte sentado a la mesa, y con sólo ese gesto, la curiosidad se trueca en justicia y compromiso. Herodes, por el contrario, “tenía ganas de verlo”, por lo que oía decir. Oye hablar de él y lo que la gente dice: Juan ha resucitado de entre los muertos; otros que había aparecido Elías; otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Siempre se mueven sobre imágenes conocidas, incapaces de reconocer la novedad que se les está presentando.

Herodes tiene una certeza: a Juan lo mandé decapitar yo, está convencido de que no es él. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?  Las ganas de verlo están en relación con la salida de dudas. Lo que importa es saber quién es, nada más.

En nuestra andadura cristiana es preciso tener claro lo que Jesús enseña y las obras que realiza. Porque en una y otras se está revelando quién es. Si lo que dice no se acepta fácilmente, no se cree, él mismo dirá: al menos creed las obras.

El criterio de discernimiento que él nos ofrece, válido entonces y válido ahora, nos coloca a todos en la necesidad de clarificar los motivos de la búsqueda o del interés por conocerle. Es conveniente clarificar si se trata de una mirada superficial, que no compromete, y que tampoco producirá cambio de vida, o, por el contrario, el deseo que nos mueve para verle, incluye y da preferencia a ser mirados por él, para que su fuerza renovadora, suscite los cambios, infunda la fuerza para llevarlos a cabo y nada antepongamos a él.

Y esta búsqueda y mantenimiento en ella, exige el esfuerzo de la constancia, perseverar y dejar que el deseo se haga irrenunciable, porque entonces sí que habrá disposición para acoger su Persona y seguir sus enseñanzas, imitando su vida.

¿Cómo resuena en mí su Palabra?

¿Estoy dispuesto a dejar que cambie mi vida?