Ene
Evangelio del día
“ ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo? ”
San Ildefonso de Toledo
Fue arzobispo de Toledo del año 657 al 667 y es uno de los padres de la Iglesia.Piadoso y discreto a la vez, muy laborioso y de feliz ingenio, su producción literaria resultó abundante
Datos biográficos
De familia visigoda muy elevada, Ildefonso, nombre al parecer germano, nace a principios del siglo VII, durante el reinado de Witerico. El hecho de su vida monástica en el monasterio agaliense induce a suponer su nacimiento en la ciudad de Toledo.
En efecto, muy joven aún ingresó, contra la voluntad de los suyos, en Agali, el monasterio de San Cosme y San Damián, en las cercanías de Toledo, célebre centro monástico en la historia eclesiástica de España, aunque no hay certeza de si ya entonces hizo profesión de los votos monásticos. De todos modos, ordenado hacia el 630 diácono de la Iglesia toledana, no fue impedimento para volver al monasterio, donde no sólo se hizo monje, sino que llegó a ser elegido abad. […] Muerto el arzobispo Eugenio II en noviembre del año 657, Recesvinto decide nombrar metropolitano de Toledo, la Urbs regia, a Ildefonso, cuya consagración episcopal se celebra muy a finales del mismo 657.
[…] De nuestro personaje, destaca como primer rasgo de singular brillantez el fulgor de la elocuencia. El fervor de las páginas consagradas por San Ildefonso a defender la virginidad de María hacen, es verdad, muy verdadero el Elogio. Temeroso de Dios, lleno de piedad y religión, grave en su modo de andar, venerable por la honestidad de su vida, de paciencia singular, fiel guardando el secreto, sumo en sabiduría, de ingenio penetrante en sus razonamientos, son, entre otras, algunas de las características definitorias más salientes de su personalidad. Piadoso y discreto a la vez, muy laborioso y de feliz ingenio, su producción literaria resultó abundante.
Duró su pontificado al frente de la sede metropolitana de Toledo, según San Julián, nueve largos años, que sirvieron para acrisolar su virtud y poner de manifiesto sus cualidades pastorales. El hecho de que durante esos años no se celebrase ningún concilio tampoco significa que fuera hombre falto de talento, como algún especialista ha llegado a escribir. Su obra literaria, en cambio, nos descubre al hombre preocupado por los problemas pastorales de su tiempo y al incansable y formidable buscador de soluciones. Flórez data su muerte en enero del año 667. Otros tiran por el 665. Sepultado en la iglesia de Santa Leocadia, de la capital de la España visigótica, su cuerpo fue trasladado en los primeros tiempos de la invasión musulmana a Zamora.
El período más importante de la vida de San Ildefonso es, a todas luces, el de su arzobispado, pues como consejero de Recesvinto influyó notablemente en los principales sucesos de su tiempo. Velando por la integridad del dogma, escribió Libellus de virginitate, obra de controversia teológica –sostiene la tradición que por entonces cruzaba los cielos y almas de España algún error mariano que Ildefonso habría querido atajar–, llena de doctrina católica y muy elegante, a la que luego volveremos. Refiere de igual modo la tradición que, cuando acabó de escribir esta obra el autor recibió en premio una casulla de manos de la Virgen. El arzobispo don Rodrigo y Lucas de Tuy son los primeros en narrarnos este hecho prodigioso inmortalizado en su día por el pincel de Murillo. Actualmente puede verse en la catedral metropolitana de Toledo el altar levantado en el mismo lugar de la aparición de la Virgen.
Pedro Langa, O.S.A.
Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.