Sáb
23
Jul
2022
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:

Hermanos:
Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios.

Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.

Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Salmo de hoy

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulte al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligid invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa en torno quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los qu buscan al Señor no carecen de nada. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí

A Pablo le llegan noticias de que las comunidades están inmersas en una grave crisis de de identidad cristiana. La incorporación de judíos judaizantes muy “radicales”, revolucionaron la unidad de las comunidades: cumplimiento de la Ley y la circuncisión.

Pablo creía que siguiendo los principios de la ley, sería considerado una buena persona por Dios y podría ir al cielo a su presencia.  Así vivió gran parte de su vida hasta que tuvo su encuentro con el Señor en su camino a Damasco.  Pudo comprender que esa ley lo único que traía a su vida era esclavitud y frustración pues, por él mismo, jamás lograría cumplirla en su totalidad.  Por eso nos dice que Cristo no murió en vano sino que trajo justicia a nuestras vidas por su gracia y no porque nosotros tuviéramos que seguir la ley. 

Nos recuerda que, en Cristo Jesús, hay un antes y un después.  Que en Cristo Jesús, nuestra forma de vivir y de pensar son crucificadas junto con Él para no vivir más así sino empezar un nuevo camino en sus términos.  Un camino que le da sentido a nuestra vida.  Un camino que trae bendición. 

Piénsalo.  Cada vez que pones trabas a los principios de Dios ¿Qué pasa en tu vida?  Por el contrario, ¿Cuál es tu experiencia cuando has obedecido y dejado que Dios guíe tus decisiones?

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador

Hoy el Evangelio nos habla de la «vid y los sarmientos» para expresarnos la relación vital existente entre Jesús y el creyente, entre la Palabra de Jesús y el que la acepta como propia. La comparación que nos pone resalta la compenetración que tiene que haber entre Jesús y el creyen­te, entre el redentor y el redimido.

La salvación, viene a decirnos el Señor, es un regalo de Dios pero no se opera de un modo mágico. Insiste en la necesidad de permanecer unidos para dar frutos, guardando los mandamientos y manteniendo el amor mutuo. Quienes escuchaban a Jesús comprendían bien el alcance mesiánico de su mensaje ya que, a través de la Sagrada Escritura, el pueblo de Dios fue comparado en muchas ocasiones con la «viña»: una viña cuidada con gran cariño por Dios y, sin embargo, ella le responde con amargos frutos.

El labrador cuida con gran atención y cariño sus viñas para que no se deterioren y arruinen. Dios cuida de nosotros, pero debemos dejar que nos atienda, que nos «pode», que corte sarmientos inútiles. Si no le dejamos actuar, si nos desentendemos de él, quedaremos arrui­nados. Seremos como esos sarmientos que, desgajados de la cepa, se secan y solamente sirven para ser quemados.

La unión con Cristo es indispensable para dar fruto. ¡Es imposible ser eficaces cristianamente si no estamos unidos a él! Ser cristiano exi­ge vivir unido a Cristo. Sin esta unión de amistad seremos miembros secos en su Comunidad, en su Iglesia: «el que permanece en Mí y yo en él, ése dará mucho fruto». Por eso el Señor afirma que «sin Mí no podéis hacer nada».