Feb
Evangelio del día
“ El Hijo del hombre ha venido a servir y dar la vida ”
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 18, 18-20
Ellos dijeron:
«Venga, tramemos un plan contra Jeremías porque no faltará la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta. Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos».
Hazme caso, Señor, escucha lo que dicen mis oponentes. ¿Se paga el bien con el mal?, ¡pues me han cavado una fosa!
Recuerda que estuve ante ti, pidiendo clemencia por ellos, para apartar tu cólera.
Salmo de hoy
Salmo 30, 5-6. 14. 15-16 R/. Sálvame, Señor, por tu misericordia
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida. R/.
Pero yo confío en ti, Señor;
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 17-28
En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».
Reflexión del Evangelio de hoy
Quizá la primera finalidad de la educación y formación en todos los niveles ha sido siempre cómo triunfar en la vida, algo en lo que, pienso, todos estamos de acuerdo en principio. El posible desacuerdo surge sobre qué se entiende por triunfar. En cristiano, es cierto que también el Evangelio nos enseña a triunfar en la vida; pero es obvio que el triunfo que busca Jesús no coincide, al menos a todos los niveles, con lo que aprendimos y se sigue enseñando en los hogares, colegios y universidades.
Hoy, en el Evangelio, vemos que Santiago y Juan –junto con su madre- también buscan el triunfo, pero no precisamente el que Jesús quiere para ellos. Y los otros diez discípulos, que se enfadan ante las pretensiones de los “boanerges”, en el fondo buscaban lo mismo que ellos. Veamos dos lecciones, sean o no las más importantes, entre las que les da Jesús, sirviéndose de la petición de estos discípulos y posterior enfado de sus compañeros.
Vosotros, nada de eso
El arribismo, el egoísmo, el deseo de poder, la ambición, a veces desenfrenada, es algo inherente a la naturaleza humana. Por eso, les dice Jesús: “Los jefes de los pueblos, los tiranos y los grandes oprimen a los súbditos y a los pequeños. No será así entre vosotros”. Así de tajante. En el Reino que él ha venido a instituir, nada de eso. Ni siquiera con el pretexto de buscar implantar el orden y el bienestar de los demás.
Entonces, siguiendo a Jesús: “No así nosotros”. Ya sabemos que tiene muy poco que ver lo que pudieran ambicionar unos pescadores de Galilea de hace dos mil años y nuestras ambiciones. Pero, en el fondo, lo mismo. Porque, sólo cambian las cosas, la ambición y, su fuente y origen, el corazón, son lo mismo. Quizá no haya tanta diferencia entre el corazón del niño que busca ganar unos céntimos al parchís y el del adulto que lo intenta en el bingo. Jesús apunta al corazón y pide con ese rotundo “no así vosotros” que cuidemos, sobre todo, las actitudes y valores. Jesús y el Evangelio quieren en nosotros un modo nuevo de sentir, de valorar, de ver y juzgar, de vivir; aunque lo nuestro choque con las actitudes de los que no son seguidores suyos.
Servir y dar la vida
Al decir Jesús: “No así vosotros”, no nos está pidiendo que no busquemos la grandeza y lo grande. Todo lo contrario. Nos lo está pidiendo a gritos, pero con una condición: que no nos lo creamos; que no esperemos salir en los medios, que nos cedan el paso y tener garantizadas nuestras cuentas corrientes. La grandeza que Jesús nos pide, como la suya, va por otros derroteros. Busca y quiere encontrar en nosotros bondad, capacidad de acogida, hospitalidad, ternura, compasión, o sea, lo que nos está pidiendo el Papa Francisco en este Jubileo de la Misericordia, que no es otra cosa que lo que él mismo vive y practica.
“El que quiera ser grande” no tiene que dejar de ser un hombre y una mujer de a pie, del montón; son hombres y mujeres buenos, sencillos, que van poniendo un poco de cariño y ternura a su alrededor; personas que viven intentando hacer el bien y echar una mano a quien pudiera necesitarla. Hombres y mujeres, aparentemente sin grandes pretensiones, pero que nadie sabe cómo se las apañan para encontrarse en el lugar oportuno para poder ayudar y defender a los “descaminados” que siguen encontrándose en las cunetas de la vida. Es posible que nadie les agradezca nada ni ellos lo esperan, pero el mundo no sería el mismo sin ellos. Dejadme acabar con un sueño: Cuando hace dos meses se reunieron en París los poderes fácticos del mundo para tratar el cambio climático, yo, ingenuo, soñé que alguien había hablado allí de misericordia, ternura y amor para descontaminar el mundo. Al despertar me percaté de que alguien, efectivamente, había hablado de eso… pero en Roma, no en París. ¡Cosas de los sueños!
¿Qué crees que prevalece, a nivel personal y comunitario, servir o ser servidos?
En el diccionario, misericordia y servicio son conceptos distintos. ¿Y en el Evangelio?