Guíame Señor por la senda de tus mandatos

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 6, 5-17

Una palabra amable multiplica los amigos
y aleja a los enemigos,
y la lengua afable multiplica los saludos.
Sean muchos los que estén en paz contigo,
pero tus confidentes, solo uno entre mil.
Si haces un amigo, ponlo a prueba,
y no tengas prisa en confiarte a él.
Porque hay amigos de ocasión,
que no resisten en el día de la desgracia.
Hay amigos que se convierten en enemigo,
y te avergüenzan descubriendo tus litigios.
Hay amigos que comparten tu mesa
y no resisten en el día de la desgracia.
Cuando las cosas van bien, es como otro tú,
e incluso habla libremente con tus familiares.
Pero si eres humillado, se pone contra ti
y se esconde de tu presencia.
Apártate de tus enemigos
y sé cauto incluso con tus amigos.
Un amigo fiel es un refugio seguro,
y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro.
Un amigo fiel no tiene precio
y su valor es incalculable.
Un amigo fiel es medicina de vida,
y los que temen al Señor lo encontrarán.
El que teme al Señor afianza su amistad,
porque, según sea él, así será su amigo.

Salmo de hoy

Salmo 118, 12. 16. 18. 27. 34. 35 R/. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos

Bendito eres, Señor,
enséñame tus decretos. R/.

Tus decretos son mi delicia,
no olvidaré tus palabras. R/.

Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley. R/.

Instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.

Enséñame a cumplir tu ley
y a guardarla de todo corazón. R/.

Guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 1-12

En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba.
Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».
Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.
Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera, Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Lo que Dios ha unido…

Tanto en la lectura como en el texto evangélico se nos habla del misterio profundo e insondable para el hombre del Amor, es decir, se nos habla del corazón del mismo Dios. Pues así nos lo expresa San Juan en una de sus cartas “Dios es amor”.

Nosotros vamos descubriendo a Dios, al amor, en la medida en que queremos vivir la vida amando.

Se nos presenta el amor de amistad, amor imprescindible para todo ser humano, lo viva desde la creencia religiosa o atea que fuere. La amistad, como la vida compartida en el matrimonio, es un don de Dios, por eso no se puede tomar a la ligera, o utilizarlo de forma tan vana y superficial como lo piensan los que le preguntan hoy a Jesús. Ni tampoco de darle el valor inmenso y eterno que tiene.

El amor debe ser único, eterno y público, por eso al contemplar hoy el amor de amistad y el amor conyugal, debemos profundizar hasta ver cómo es nuestro amor a Dios, del que depende nuestro testimonio. En la medida que vivamos el amor en estas dos realidades, estamos permaneciendo en el amor de Dios.

Hace tan solo unos días en que hemos celebrado la venida el Espíritu Santo sobre nosotros, culminado así los días de Pascua. Y a ese mismo Espíritu debemos acudir cuando las dificultades nos sobrevengan para permanecer fieles al mandamiento del amor.

Hemos orado con el salmo con los siguientes términos: “guíame, ábreme, enséñame”, es imposible vivir amando, intentando respetar la unidad sembrada y consagrada por Dios sino es poniéndolo a Él en el centro de las relaciones. Es la única forma de hacer desaparecer los intereses propios, los caprichos, la soberbia, la envidia, todo pecado que hace que se rompa la relación con el Amor, con Dios.

La oración colecta de hoy reza así y con ella nos quedamos para seguir profundizando:
«Concede a tu pueblo que la meditación de tu doctrina le enseñe a cumplir siempre, de palabra y de obra, lo que a ti te complace».