Vie
24
Jun
2011
Te hago luz de las naciones.

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.

Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.

Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 138, 1-3. 13-14. 15 R/. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.

Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.

Mi alma lo reconoce agradecida,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 22-26

En aquellos días, dijo Pablo:

«Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.

Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegará Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía:”Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”.

Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a vosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».

Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».

Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

Reflexión del Evangelio de hoy

Lo de sentirse “elegidos y elegidas” tiene al menos un peligro y al tiempo más de una consecuencia positiva para cada uno y cada una de nosotras. El peligro: no ser consciente de que la elección es para: para anunciar el Evangelio de un Dios Padre y Madre Compasivo; para los otros y otras que nos rodean, todos, sin excepción; para el servicio; para, siempre para. La elección nunca es un fin en sí misma, ni una posesión en las manos del escogido/a.
Entre las consecuencias positivas queremos destacar la siguiente. Cuando una persona sabe que su nacimiento tiene sentido en el programa de Dios, que es fruto de una elección anterior a los siglos y que su función en esta historia es ir descubriendo poco a poco esa misión a la que ha sido convocada, es capaz de experimentar una inmensa y profunda confianza para afrontar todo lo que está por-venir.

Las lecturas que la Liturgia conmemoran el nacimiento de Juan el Bautista reflejan muy bien estos aspectos. Juan es un elegido, un llamado, para ser el precursor, el anunciador, el que va por delante indicando. Pero tiene claro que no es más que una pequeña lucecita que anuncia la llegada de alguien va detrás de él. Con el paso del tiempo, o más bien, de las hojas del evangelio, Buena-Noticia-de-Jesús, veremos a un hombre que es consciente de la responsabilidad que tiene el que su vida sea “un dedo anunciador” de Aquel que llega detrás y que viene para dar vida, para transmitir esperanza, para transformar corazones, para hablarnos del reinado del Compasivo y Misericordioso.

Esa es también nuestra misión en esta tierra. Porque: “es a ustedes a quienes se dirige ese mensaje de salvación”, nos dice Pablo. Y de ahí que tengamos que asumir, como Juan, con temor y temblor esa responsabilidad de acoger el mensaje de salvación que nos han transmitido, que hemos recibido desde antes de nuestro nacimiento y ser, para otros, transmisores, generadores de vida.

  • Mujer fuerte

A costa de parecer reiterativos, esta comunidad no abandona su compromiso comunitario de destacar la imagen de la mujer que se muestra hoy en la lectura del Evangelio. Isabel, una mujer que “nos cae simpática”, se da cuenta desde el principio que, tanto su hijo como el que crece en el vientre de su prima, están llamados a ser alguien, a cambiar el rumbo de la historia. Isabel lo sabe porque hasta el nacimiento de Juan ha sido una muestra de “la misericordia” del Señor con ella. Y alguien que trae tanta alegría desde su concepción a una familia y a los que la rodean tiene que ser “Alguien”. Isabel es también una mujer que se muestra fuerte y contundente hasta en la elección del nombre de su futuro hijo, en una sociedad en la que todo lo dicho por una mujer debe ser corroborado después por el hombre.
También “la madre” del precursor nos trae hoy algunas cosas prácticas a nuestra vida: reconocer la presencia del Dios compasivo y misericordioso en ella y en la de los que nos rodean; vivir la alegría del evangelio-Buena Noticia mucho más que la dificultades; descubrir la fortaleza y la esperanza de tantas mujeres y hombres que sufren a nuestro alrededor; ser para ellos y ellas, al fin, verdaderos Juanes e Isabeles que anuncien, sin querer llevarse los méritos, al que nos trae de verdad la Liberación.