Sáb
24
Jun
2023
Juan es su nombre

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:
«Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.

Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.

Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 138, 1-3. 13-14. 15 R/. Te doy gracias porque me has escogido portentosamente.

Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. R/.

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias porque me has plasmado portentosamente,
porque son admirables tus obras. R/.

Mi alma lo reconoce agradecida,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 22-26

En aquellos días, dijo Pablo:

«Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: “Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos”.

Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegará Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía:”Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies”.

Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a vosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66. 80

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».

Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre» Y todos se quedaron maravillados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?».

Porque la mano del Señor estaba con él.

El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Nace el día con eco de promesa. Hay en el aire susurro de profecía tras el destino de un Siervo, elegido antes que la creación tuviese hálito de vida. Todo habla de un designio salvífico que va incluso más allá de las entrañas mismas. Compromiso de un Creador apostando sin tregua por lo "muy bueno" del Paraíso. Oportunidad que renace en medio de un Antiguo Testamento que sueña rumbos nuevos, pues la noche vislumbra claroscuros. Todo está engendrado en el pensamiento divino y hay una llamada al alba desde la ilustre cuna.  Esta es la razón por la cual nuestro propio nacimiento tiene mucho de "privilegio".

Juan es su nombre

La Natividad de Juan nos recuerda que también somos unos "bien nacidos". El anuncio mesiánico se hace realidad en la figura y la misión del Precursor. Profeta inconformista. Su palabra es revulsivo exhortando a la conversión de corazón y a la esperanza. Cumplió con fidelidad su misión, sin detenerse ante las dificultades y los tropiezos de quienes no pararon hasta hacer callar su voz con el martirio. 

Supo recoger y poner a flor de piel toda la esperanza y anhelo de salvación que estaba en el corazón de su pueblo. Su palabra, atenta al tejido diario de su vida, llegaba al interior de las personas, suscitando provocación, inquietud y haciendo que los ojos se abrieran al futuro. Su palabra hacía tambalear seguridades y no se detenía en el momento de deshacer los montajes de una religiosidad domesticada y adormilada que actuaba, en definitiva de vacuna contra la auténtica fe. Su palabra fue "espada cortante" y "flecha bruñida".

Su misión es la de facilitar y hacer posible el encuentro. Va al núcleo de la cuestión: renovarse, convertirse, para poder descubrir, escuchar y seguir al Verbo de Dios. Toda su vida tiene la grandeza de la misión bien cumplida, realizada sin ostentación. Y en ella se deja la vida. Su anuncio del Reino que se acerca choca con la resistencia de quienes han construido su propio reino en este mundo. Juan con su propia sangre sellará su testimonio con valentía.

Sin ahorrarse sacrificio, sabiéndose retirar, no pretendiendo entender más de lo que le es dado, sabiendo morir para no traicionar su verdad repetida valerosamente ante los poderosos. No es un hombre que diga y no haga, sino que dice y hace. Y dice y hace con exigencia, con radicalidad. Es un auténtico profeta de Dios. Su vida austera, la soledad del desierto y la predicación descarnada son sus señas de identificación. Enseñaba a distinguir el oro del oropel, la verdad de la mentira, el tocino de la velocidad y, sobre todo, a Jesús "Maestro de Nazaret" de los que se proclamaban "maestros de Israel". 

También cada uno de nosotros ha recibido una misión que no puede ser reemplazada por nadie. Quizás muchas veces estamos alejados de los demás y entonces nuestra palabra resulta fría e impersonal, incapaz de hallar eco alguno en quienes nos rodean, incapaz de hacer mella, como un cuchillo mal afilado. ¿Somos conscientes de que nuestra misión, como la de Juan, es la de facilitar a los demás el encuentro con Jesús o bien damos una impresión excesiva de predicarnos a nosotros mismos? ¿Somos capaces en estos momentos de mantener una actitud valiente, constante y decidida o nos echamos atrás dejándolo para otra ocasión más propicia y menos comprometida? Nuestra tentación es a menudo excusarnos para no decir ni hacer. O, quizás, para decir pero no hacer. ¡Profetas! Quiere decir que hemos de hablar y vivir sin miedos para abrir camino a Jesús. Hoy el mundo sigue necesitando precursores. Tenemos falta de profetas con el valor y la coherencia de Juan. Nuestro compromiso es allanar caminos, enderezar sendas, ser voz que clame en el desierto de nuestras ciudades tan ajetreadas. No nos basta con "saltar" de gozo en el seno de la Iglesia. Tenemos que salir. A extender nuestro dedo y "señalar los caminos" por los que pasa el Señor.