Sep
Evangelio del día
“ El candil se enciende para que alumbre ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Proverbios 3,27-34:
Hijo mío:
No niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano concedérselo.
Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo daré».
No trames daños contra tu prójimo, mientras vive confiado contigo a tu lado; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño alguno; no envidies al hombre violento, ni trates de imitar su conducta, porque el Señor detesta al perverso y pone su confianza en los honrados; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del justo; el Señor se burla de los burlones y concede su gracia a los humildes.
Salmo de hoy
Salmo 14 R/. El justo habite en tu monte santo, Señor.
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público.
Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
Reflexión del Evangelio de hoy
Comenzamos unos días de reflexión sobre los Libros Sapienciales, cuya característica principal es ofrecer consejos y advertencias, de tipo humano y espiritual, sobre temas morales y filosóficos. Son los últimos libros escritos en el Antiguo Testamento, justo antes de la llegada de Jesús al mundo. Hoy se nos habla de ser personas pacíficas y pacificadoras, que vivan y practiquen el perdón y la reconciliación.
En el Evangelio, Jesús nos pide a sus seguidores ser luz y ejemplo para los demás, dar testimonio de aquel a quien seguimos y de lo que dijo e hizo.
Las lámparas son para alumbrar
A veces hemos oído decir de alguno: “Es como un libro abierto”, no tiene recovecos, es una persona auténtica. A éstos se refería Jesús cuando hablaba de la luz y de su misión, “porque no hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a saberse”. La luz interior que proyecta sobre la persona tanto las virtudes como, sobre todo, la gracia, transforma de tal modo al hombre que lo convierte en diáfano y cristalino. Cuando una comunidad se siente invadida por el Espíritu sucede lo mismo.
Estas comunidades y estas personas, tomadas y dominadas por la luz interior, iluminan y alumbran dondequiera que estén. Y lo hacen con sencillez, con naturalidad y con honradez. Ni siquiera se plantean a quién iluminar, cómo hacerlo o qué cantidad de luz proyectar. Iluminan cuando hablan lo mismo que cuando callan; su conducta y su vida no dejan indiferentes a los que contactan con ellos.
En el bautismo de los niños, una de las ceremonias más impactantes es la de la luz, un cirio encendido en el cirio pascual, al tiempo que se proclama: “Recibe la luz de Cristo”. Lo recordamos todos los años en la Vigilia Pascual. Por voluntad de Jesús, nosotros somos los candiles que, en su ausencia y en su nombre, iluminan y alumbran a los que pasan a nuestro lado.
Al que tiene se le dará más. Al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener
¿Injusticia distributiva? Sólo aparentemente. En realidad, una llamada al compromiso y a la tarea encomendada. Espiritualmente hablando, todo es gracia; y la gracia es don. Por eso, el primer paso en el camino de la perfección es vaciarnos de nosotros mismos para hacer sitio al don de la gracia. Y aquí empieza el dilema: algunos prefieren ser ellos los artífices de su vida y, al no vaciarse de sí mismos, se incapacitan para recibir este don. Estos son “los que no tienen y a quienes se les quitará incluso lo que creen tener”. Otros, ante este sagrado don, se despojan de sí mismos y entran en el engranaje del Reino. Sus valores son los del Evangelio; sus actitudes son las mostradas y recomendadas por Jesús. Estos tienen. Y, porque tienen a Dios por la gracia, se les da más, cada vez tienen menos de sí y más del Reino. San Pablo llegó un momento en su vida que exclamó: “No soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20); y, en otro lugar: “Mi vivir es Cristo” (Flp 1,21).