Feb
Evangelio del día
“ Cuando vio Dios sus obras tuvo piedad de su pueblo ”
Primera lectura
Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-10
El Señor dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
La noticia llegó a oídos del rey de Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y menor no coman nada; que no pasten ni beban agua. Que hombres y animales se cubran con rudo sayal e invoquen a Dios con ardor. Que cada cual se convierta de su mal camino y abandone la violencia. ¡Quién sabe si Dios cambiará y se compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.
Salmo de hoy
Salmo 50, 3-4. 12-13. 18-19 R/. Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios mío, tú no lo desprecias
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Reflexión del Evangelio de hoy
«Los ninivitas creyeron en Dios, proclamaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños»
Nínive es en la Biblia un símbolo elocuente de poder y opresión. De todo aquello que es enemigo de las personas y los pueblos. Jonás recibe un encargo de Dios y predica una llamada a la conversión. Disfrazada de amenaza, sí, pero llamada, aviso y, sobre todo, oportunidad. Y ante la respuesta de Nínive, Dios perdona. Y Nínive se salva. Y el pueblo enemigo, el opresor, pasa a llamarse pueblo de Dios. De nuevo el rostro de un Dios que alarga la luz de su salvación a todos aquellos que quieren recibirla.
Pero, ¡ojo!, la conversión lleva implícito un cambio desde dentro, un cambio en el interior de la persona, un cambio de actitudes, un cambio de mentalidad, un cambio de vida. Es como volverse del revés. Es como “resetear” nuestra vida para redirigirla hacia la meta: Dios. Es “volver a empezar” con la fuerza de Dios ya vivida, sentida y experimentada. Después de sentirnos salvados, nuestra vida ya no puede ser igual. Pero la conversión no es un momento de lucidez, ni de arrebato sincero. La conversión es una actitud que no debe abandonarse nunca, es entrar en un proceso, porque nuestra vida no es estática sino dinámica y nunca terminamos de hacernos.
«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero se le dará más signo que el signo de Jonás»
La gente pide signos a Jesús. Signos grandes, explosivos, llamativos. Pide signos de poder, grandes hazañas. Y Jesús les habla de los ninivitas que, como hemos dicho, cambiaron de vida solo con la palabra de Jonás, les habla de la reina del sur, que reconoce en la sabiduría de Salomón el don que Dios hace a su pueblo sin grandes signos ni aspavientos. Y les recuerda que Él es más que Jonás, más que Salomón. En definitiva, que el signo es Él.
Jesús es la llamada viviente a la conversión. No necesitamos más, ni menos. La buena noticia que Jesús predica, viene de parte de Dios, podemos tener plena confianza en que es buena. Por tanto, no busquemos acontecimientos cegadores, deslumbrante… estemos atentos a todos esos pequeños signos que diariamente nos hablan de su presencia constante en cualquier momento de nuestras vidas y situaciones. Pero, eso sí, será necesario mantenernos en una actitud de apertura interior para descubrir en ellos su llamada, su invitación. Las respuestas, después, ya serán personales.
¿Estamos dispuestos, de verdad, a “resetear” nuestra vida redirigiéndola hacia Dios y su proyecto?
Al finalizar el día y recordar lo vivido, ¿somos conscientes de los momentos en los que Dios ha pasado por nuestra vida, en los que nos ha acompañado o seguimos esperando signos deslumbrantes?