Dic
Evangelio del día
“ Vuestro Padre hablará por vosotros ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-10; 7, 54-59
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Salmo de hoy
Salmo 30, 3cd-4. 6 y 8ab. 16bc-17 R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás;
tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción. R/.
Líbrame de los enemigos que me persiguen.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».
Reflexión del Evangelio de hoy
Como el Maestro
La liturgia del 26 de diciembre da un salto desde el punto de vista cronológico para ligar dos nacimientos: el de Jesús y el de la Iglesia primitiva. El libro de los Hechos de los Apóstoles, de hecho, es la continuación del evangelio sobre “lo que Jesús había hecho y enseñado” (Hch1,1), ahora resucitado y presente en la historia. El Dios encarnado sigue vivo entre nosotros y son aquellos primeros hombres y mujeres de su Iglesia los que dan testimonio de ello.
Esteban es un hombre “lleno de gracia y poder”, que da testimonio valiente de la muerte y resurrección de Jesús, con palabras y hechos como el Maestro. El texto lo sitúa en Jerusalén, en la Sinagoga de los Libertos, donde se reunían judíos de diferentes procedencias tanto de Asia como de África, cultos y estudiosos de la Ley. Ellos provocan la discusión con Esteban, pero “no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba”.
El Verbo encarnado sigue vivo en este hombre “lleno de fe y de Espíritu Santo” y provoca una ira fuerte y visceral en quienes no le quieren recibir. Esteban es el primer mártir de una larguísima lista en aquellos primeros siglos de la Iglesia, y que continúa en muchos lugares en nuestros días. El Espíritu prometido por Jesús a los discípulos actúa con una fuerza irresistible en la comunidad de los que creen en Él.
¿Qué resulta tan provocador en un mensaje de paz y de amor que ha cautivado a tantos testigos e incluso los ha llevado a morir por ello como el Maestro? Esteban era un hombre capaz de “mirar al cielo” y ver a Jesús vivo, con el Padre, en un cielo definitivamente abierto porque ya es historia viva entre nosotros.
Encarnarse como Él, y morir como Él
El terrible relato de la primera lectura, en el que se narra la muerte de Esteban, primero de muchos mártires, contrasta fuertemente con el clima navideño de estos días. El texto del Evangelio de Mateo nos sitúa a Jesús preparando a los apóstoles para la misión de anunciar el Reino, con autoridad para hacer signos en su nombre. No es una misión fácil porque generarán contradicción y sufrirán persecuciones, incluso hasta el extremo de perder la vida por su causa.
Sin embargo, en este cuadro sombrío, hay palabras de aliento y la promesa de que no estarán nunca solos: “Nos os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis… el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. El seguimiento de Jesús nos lleva a asumir también las dificultades y la persecución, porque es un camino que se va trazando de la encarnación hacia la cruz, al crisol de la entrega hasta las últimas consecuencias. Si nos preguntamos sinceramente si estamos dispuestos a ello, no sé cuál sería la respuesta que daríamos muchos de los que vivimos cómodamente instalados en un seguimiento fácil, sin más consecuencias que la fatiga y preocupaciones del día a día.
Hemos disfrazado la Navidad con luces y regalos, con buenos deseos y emociones a flor de piel, y la estamos despojando del misterio de la Encarnación, y el reto que supone encarnar el Evangelio verdaderamente en este mundo, en la vida diaria y en esos lugares y situaciones donde viven los crucificados y apedreados hoy, ahí donde la crueldad y la ambición humana generan muerte y destrucción.
Estamos llamados a ser testigos, como Esteban, el hombre lleno de luz y de Espíritu Santo, a vivir configurados con Cristo en la debilidad, en la tremenda fragilidad de presentarse con ese mensaje de paz y de amor, tan potente y explosivo que hace saltar por los aires el individualismo y el egoísmo en que vivimos, el consumo y la ambición sin límites, el poder abusivo y las desigualdades inhumanas.
Claro que es peligroso, es un silencioso camino hacia la cruz y asumimos un enorme riesgo al aceptar esa aventura de amar y darnos, con todas las consecuencias. Cada uno y cada una sabemos bien lo que eso significa realmente. Aun así, brindemos con valentía y humildad, porque nuestro brindis es un gesto de fe y de confianza en Jesús vivo, el que vence a la muerte encarnándose día a día en cada gesto de bondad y de profunda humanidad. Brindemos por el amor, por su Amor que nos habita siempre y nos da su fuerza y sus palabras de vida.