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Evangelio del día
“ Uno solo es vuestro Padre ”
Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars
Virgen, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Durante su vida fundó 103 asilos en España y América
Una familia profundamente cristiana
Aytona, Cataluña, 9 de enero de 1843, nace a la vida una niña, Teresa, la hija primogénita de Francisco Jornet y de Antonia Ibars, que es bautizada al día siguiente. Familias serias y de auténtica fe las de Jornet y las de Ibars. […] La niña crece en un ambiente de seriedad procurado por sus padres, austeros y trabajadores, como lo han sido sus antepasados. Sus tíos Palau han notado que la niña es de inteligencia despierta y aguda. ¿Por qué no hacerle tomar los libros y seguir un curso normal de estudios? La iniciativa atrae también a los padres de Teresita. Y ésta, acompañada por su tía Rosa, marcha a Lérida. Junto a la tía se desarrolla la piedad de la niña y adquiere ya desde entonces un sello eucarístico.
Acabados los estudios en Lérida y cuando Teresita podía alegrarse con la idea de retornar a Aytona, ve que otras voluntades la mandan a Fraga, para proseguir su educación cultural.
Durante los meses de vacaciones, vuelve a Aytona. Con alegría y sencillez, torna a sus costumbres de «mujercita de su casa» y de muchacha de pueblo. En su juventud revela ya las dotes futuras de la organizadora y superiora del mañana.
Novicia en las Clarisas
A primeros de julio de 1868, Teresa y su hermana Josefa abandonan la casa paterna. La primera toma el camino que conduce al convento de Clarisas, en la localidad de Briviesca, en las inmediaciones de Burgos; la segunda se dirige al Asilo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Lérida.
Los meses del postulantado y del noviciado corren veloces. El alma de Teresa se esponja con el gozo de ver ya cercano el día en que se unirá definitivamente al Señor por medio de la profesión.
Dios, sin embargo, disponía las cosas de otro modo. Sus designios son indescifrables. Y Teresa, que no se ha movido ante las imposiciones de los hombres, tiene que replegarse ante la enfermedad. Le aparece un buen día en la frente una postilla rebelde a todo cuidado. Las religiosas se alarman. Los médicos dejan caer unas palabras muy tristes. Quizás aquella postilla sea de naturaleza maligna, tal vez, incluso, hasta contagiosa. Tratándose de una novicia. la voz de la prudencia aconseja alejarla del convento.
Con su tío, el Beato Francisco Palau
Una vez más, su tío, el padre Francisco Palau, trata de enfilar a Teresa en su pequeño ejército de Terciarios y Tericiarias Carmelitas. Sin comprometerse definitivamente, Teresa se pone a trabajar con ardor y con inteligencia. No sabe hacer las cosas a medias. El padre Palau la nombra visitadora de las escuelas que él va abriendo en la península y en las islas Baleares. El 20 de marzo de 1872 moría el padre Palau, y en abril Teresa está nuevamente con su familia; pero espiritualmente se encuentra sumida en la mayor soledad e incertidumbre frente al futuro. -Señor, ¿qué queréis que haga?».
Un grupo de sacerdotes de Huesca y de Barbastro, presididos por el maestro de capilla de la catedra] de Huesca, don Saturnino López Novoa, está echando las bases de un instituto femenino que se consagre exclusivamente a la asistencia de los pobres ancianos abandonados.
Don Saturnino entrega a la obra todo cuanto es y cuanto tiene. Pero hay que buscar las obreras de Dios.
En Barbastro abrirá don Saturnino la primera casa. La sede elegida se llama «Pueyo». Se trata de un antiguo edificio, un tanto viejo y en condiciones no muy honrosas, pero que ofrece muchas ventajas para la nueva finalidad. Vienen a habitar al Pueyo doce jóvenes de las cercanías, todas entre los 18 y los 30 años. Abundan en entusiasmos y buena voluntad. Carecen de riquezas materiales. Se comprende, pues, que la vida en el Pueyo discurra por cauces de pobreza y humildad. Pero ¿no es éste el venturoso comienzo de las obras de Dios? Entre las doce se encuentran Teresa.
¿Quién conducirá adelante esa incipiente comunidad? Nadie sino Teresa podía ser la cabeza de aquel grupo.Superiora permanecerá Teresa hasta la muerte. Serán veinticinco años de gobierno, Ha sido Dios, no los hombres, quien ha fijado la elección.
Su nombre primero es el de «Hermanitas de los Pobres Desamparados» Sólo en una segunda etapa y para evitar equivocaciones con el instituto francés del mismo nombre, se llamarán como actualmente se denominan «Hermanitas de los Ancianos Desamparados». ¡Hermanitas! No madres, sino «hermanitas, porque ellas se colocan en el último peldaño de la escala familiar, como el último de los hijos de una familia, dispuestas siempre a cumplir los deseos de los hermanos mayo-res, los ancianos.
El 27 de enero de 1873, Barbastro se viste de fiesta. Se va a proceder a la vestición de las «hermanitas». Toda la población se dio cita en la capilla del Seminario Conciliar. A falta de una iglesia propia, las hermanitas, recibirían el santo hábito en la iglesia de los seminaristas. La ceremonia resultó solemnísima.
Pero no habían de quedarse en Barbastro. El reloj de Dios señala una nueva hora.
En estos mismos días, en Valencia, un grupo de católicos reunidos en una asociación, propone combatir el mal con una obra de caridad. Entre sus muchas iniciativas cuaja un buen día el proyecto de ocuparse cristianamente de los pobres ancianos abandonados. Dicho proyecto presupone unas religiosas a cuyas atenciones se encomiende el cuidado de los ancianos asilados. Dios mismo, por caminos impensados, pone a los miembros de la asociación de Valencia en relación con don Saturnino.
Valencia: junto a la Virgen de los Desamparados
Se unifican los proyectos y se llega a un acuerdo mutuo. Las hermanitas se trasladarán a Valencia. Será el punto de partida para legiones de hermanitas, cuyo destino será poner una sonrisa en medio del dolor de los abandonados, un rayo de esperanza en la soledad de los pobres, un mucho de amor en la tristeza de los ancianos.
Nadie duda —y mucho menos que nadie la madre Teresa que la misma Santísima Virgen es la que les ha llamado a Valencia. Por esto, de ahora en adelante, la Virgen de los Desamparados será la celestial patrona del instituto. La casa está cerca, en la plaza de la Almoyna.
Han llegado a la ciudad el 8 de mayo de 1873. Es la víspera de la fiesta de la Virgen y toda la ciudad se ha puesto en conmoción con la llegada de las hermanitas. Dos días después –fecha que no hay que olvidar–, el instituto acoge a la primera anciana. Una paralítica de 99 años. Se comienza bien...
De nuevo España está en guerra; esta vez se sublevan las regiones en petición de independencia, Valencia se declara en rebeldía contra el Gobierno de Madrid. La ciudad se ve poco después asediada y bombardeada. Las hermanitas deciden refugiarse en Alboraya.
Los Ancianos: «Cuidar los cuerpos para salvar las Almas»
Un año tras otro se multiplican las casas-asilo a una velocidad impresionante. La madre Teresa quería que se llamaran así, casas-asilo no simplemente asilos, porque el término le parecía demasiado frío y humillante. Casas-asilo, donde el anciano encuentre el calor de un hogar y el afecto de una madre y unas hermanitas que se entregan totalmente al servicio afectuoso del pobre que se llega a ellas.
Los ancianos desamparados son los dueños de las casas-asilo. las hermanitas son simplemente las siervas de los ancianos, Ésta era la convicción y la enseñanza de la santa y su vida nos dice que todo su caminar fue orientado por la luz de este pensamiento. Así los ama ella. De día y de noche los ancianos son su preocupación, su dulcísimo tormento, los hijos de sus entrañas, sus «niños grandes» a los que quiere ganar la confianza, para acercarlos más a Dios, y prepararlos a salir serenos al encuentro de la muerte. Es ésta la parte más santa y bella de la misión de la hermanita.
«Cuidar los cuerpos para salvar las almas», era la máxima constante en labios de la santa, y como su gran fe le hacía ver en los ancianos pobres y abandonados, la figura de Cristo, toda su ambición era ayudarles a librarse de las escorias del pecado, a recuperar, si la habían perdido, la gracia y, con la gracia, la dignidad de hijos de Dios.
Intensa vida eucarística, tierna devoción a la Virgen, fidelidad total a la regla, sobrenatural caridad fraterna entre las hermanitas, cuidado asiduo y diligente de los ancianos abandonados. Éstos son los rasgos que diseñan la fisonomía espiritual de las hermanitas.
Misión: por España y por América
Al cumplirse el primer decenio de la fundación del instituto, las casas-asilo son ya 33. Diez años más tarde, han subido a 81, pasan cinco años más y cuando a la santa le toca la hora de dar por cumplida su tarea en este mundo, las casas-asilo de las hermanitas suman ya la cifra maravillosa de 103. En 1885, el instituto cruza el océano. Las hermanitas han sido llamadas a Santiago de Cuba y a La Habana. Parten alegres y su gozo se multiplica con el rápido crecer del número de las casas-asilo. Por primera vez, las hermanitas van a fundar sin la madre, Gustosa les acompañaría, pero ya en este momento, no es sino una inválida.
Tiene apenas 42 años, pero su salud se resiente profundamente. Hace ya años que habría tenido que retirarse a una vida reposada, sin fatigas, sin malos tratos. Y la madre Teresa ha hecho precisamente todo lo contrario.
Sin embargo, no ha sonado todavía la hora de la partida. Es necesario que el insitituto, su obra, se consolide firmemente. Ha recibido ya en 1876 el «Decretum laudis» de Roma. Es el primer paso hacia la aprobación definitiva. Y ésta llega en 1887.
Por abril de 1896. se celebra el capítulo general. La santa suplica a las hermanitas que se dignen librarla del peso de su periora general. Pero no hay quien haga caso de la voz de la madre. Sus hijas se niegan a plegarse a sus requerimientos. La madre es ella y no otra. Y volvió a cargar con la cruz.
Hacia la Casa del Padre
La madre prevé que la meta está ya cercana. Los médicos quieren hacer todavía una nueva tentativa y piden que se traslade la madre a la población de Liria. Creen que el clima le irá mejor. Ella deja hacer. Más de 70 superioras e infinidad de hermanitas desfilan por Liria para recibir la última bendición y los postreros consejos de la madre. Ella continúa dándose y consolando el door de sus hijas, Olvidada de sí, quemada por el fuego, por un ardor que nada puede aplacar. El 12 de julio, el padre Francisco le lleva el Viático y dos semanas después, asistido por don Saturnino, le administra el sacramento de la Extremaunción.
Con el pensamiento en las hijas lejanas, y más aún, con la mente fija en todas las que en un futuro habían de engrosar las filas del Instituto de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, la santa dicta una última recomendación, resumen de su vida y de su enseñanza. «Cuiden con interés y esmero a los ancianos, ténganse mucha caridad y observen fielmente las Constituciones. En esto está nuestra santificación«.
En el mes de agosto le llega de Roma la noticia de que las Constituciones del instituto han sido aprobadas definitivamente: era el último sello a la obra de su vida. Llora de alegría y de reconocimiento y sus labios acompañan el canto del Tedeum. Había llegado el momento de pronunciar también ella el «Nunc dímittis...
El 26 de agosto de 1897, noche de insomnio, repetidas veces expresa la enferma el deseo de recibir la Sagrada Comunión. La recibe a diario, pero ¿por qué tanta insistencia esta noche, si todavía no son las tres de la madrugada?
A la primera claridad del alba, viene el sacerdote. Oye a la santa en confesión y sale luego en busca del sacramento.
La madre mira a su alrededor, sonríe a las hermanitas presentes e inclina la cabeza... para siempre.
Sor Edesia del Sagrado Corazon de Jesús Rodríguez. Superiora general
Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),
Colección Nuevo Año Cristiano de EDIBESA.