Oct
Evangelio del día
“ Esforzaos en entrar por la puerta estrecha ”
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 6,1-9:
Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque eso es justo.
«Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra».
Padres, no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos según el Señor.
Esclavos, obedeced a vuestros amos de la tierra con respeto y temor, con la sencillez de vuestro corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien ante los hombres, sino como esclavos de Cristo que hacen, de corazón, lo que Dios quiere, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre, se lo pagará el Señor.
Amos, comportaos también vosotros del mismo modo, dejándoos de amenazas; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ese no es parcial con nadie.
Salmo de hoy
Salmo 144 R/. El Señor es fiel a sus palabras
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30
En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:
“Señor, ábrenos”;
pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero
vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».
Reflexión del Evangelio de hoy
San Pablo, hablando a los Efesios, nos da consejos a padres, hijos, amos y esclavos. La sociedad y la familia y sus miembros son hoy muy distintos de lo que había en el tiempo de Pablo. No se trata de cambiar las estructuras sociales o familiares, sino de criterios de buena y profunda convivencia, que puedan llegar a transformar la familia y la sociedad por dentro: obediencia, respeto, tolerancia, amabilidad, honradez. Criterios válidos en todos los tiempos y en todas las culturas.
En el Evangelio, “uno” le pregunta a Jesús por la salvación. Pregunta que se ha repetido a lo largo de la historia y que llega hasta nuestros días.
“Señor, ¿serán pocos los que se salven?”
Pregunta clásica, constante, intemporal. ¿Qué hay que hacer para salvarse? ¿Me salvaré yo? La salvación ha preocupado, preocupa y, con seguridad, seguirá preocupando a los que vengan detrás de nosotros. “Aquel que se salva, sabe; y, el que no, no sabe nada”, nos dijeron quizá con demasiada frecuencia.
En los bancos y hasta en los confesonarios del Santuario-Basílica donde tengo la satisfacción de trabajar apostólicamente, con frecuencia aparecen hojas fotocopiadas con distintas recomendaciones para “asegurar” la vida eterna. Otras se publican en los periódicos. Y son bastantes los devotos del escapulario como garantía de salvación, y de los primeros viernes, de las tres avemarías, y de las misas gregorianas para los difuntos, entre las más extendidas.
El Señor no contestó sobre el número de los que se salvan, y entre nosotros tenemos que reconocer que nadie lo sabe. Para encontrar la posible respuesta hay que ir al Evangelio. Con sencillez y con honradez hay que buscar aquellos pasajes en los que Cristo habló de la vida eterna. Hay que releerlos detenidamente para encontrar la asignatura sobre la que examinará a los hombres cuando se encuentren con él. Hay que ver el programa de esa asignatura y sacar conclusiones.
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”
Jesús no resuelve el problema que tenemos que resolver nosotros. Si hubiera añadido más precisiones, hubiéramos podido perder las ganas de obrar, por falta de confianza o por exceso de seguridad. Nos queda mucho que hacer porque nadie está condenado, pero tampoco estamos salvados. La salvación es la oferta de Dios para todos, pero hay que aceptarla. Está al alcance de todos, pero puede ser rechazada. Jesús, con su respuesta, nos hace conscientes de nuestra responsabilidad, para que, con paz y serenidad, realicemos las acciones y omisiones conducentes a la vida eterna.
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Evidentemente Jesús no tuvo asesor de imagen o no le hicieron bien sus discursos. Jesús, sin embargo, al hablar así a sus seguidores, trata de destruir las seguridades de los judíos. Sólo el que esté dispuesto a poner este sentido de esfuerzo en su vida, presente a lo largo de todo el Evangelio, puede estar en el camino de la salvación. El esfuerzo y, sobre todo, la confianza en Dios nuestro Padre, que sigue queriendo lo mejor para sus hijos, es nuestra garantía.