Nov
Evangelio del día
“ Mira que estoy para llegar ”
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 22,1-7:
El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo:
«Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro».
Salmo de hoy
Salmo 94 R/. Maranatá. ¡Ven, Señor Jesús!
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Reflexión del Evangelio de hoy
La lectura del Apocalipsis de esta semana nos han hecho recordar un maravilloso políptico, La adoración del Cordero Místico, que se encuentra en la Catedral dedicada a San Bavón, en Gante (Bélgica). Algunos miembros de esta comunidad visitamos este lugar el pasado verano y nos impresionó ver dicha pintura, su belleza y la originalidad del tema escogido. Los hermanos Van Eyck trabajaron en ella juntos durante años pero no es posible diferenciar en la obra final el trabajo de cada uno de ellos. El grado de fusión es tal que no se perciben los trazos ni del uno ni del otro.
Esta característica nos hace pensar en nuestro modo dominicano de predicación, desde luego salvando todas las distancias posibles: cuando anunciamos la Palabra en comunidad, esta tarea se convierte en algo más que la suma de las partes. Por eso, las lecturas nos recuerdan que nosotros también nos empeñamos en mostrar algo de la belleza que nos enseñó la Sabiduría y que nos atrevemos a vivir como si “ya no hubiera nada maldito”. Uno de nuestros sueños comunes es comprometernos a rastrear en nuestro alrededor las posibilidades que nos ofrecen estas claves, sabiendo que “llevamos su nombre en la frente”.
Pero, por favor, no queremos escandalizarles ni darles a entender que somos unos ingenuos. Lo que pretendemos es afirmar que la divinidad ya está presente en nuestras vidas y también a nuestro alrededor. Es cierto que no siempre es fácil reconocer esa belleza en medio de los muertos de cólera haitianos, de las mujeres que sufren la ablación de clítoris, de los ajustes económicos que se dictan desde instancias financieras o de los niños y niñas de nuestro entorno que rozan situaciones de marginalidad social. Pero queremos empeñarnos en vivir “manteneniéndonos en pie” para afirmar que favorecer la justicia, crear posibilidades de vida mejor, valorar la dignidad humana por encima de todo es también un ejercicio comunitario por rastrear la belleza generada por el resucitado. Quizá esta actitud nos permita prepararnos para vivir el Adviento que se inicia mañana mismo.