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Evangelio del día
Séptima semana del Tiempo Ordinario - Días después de Ceniza
“ ¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? ”
Primera lectura
Lectura del libro de lsaías 58, 1-9a
Esto dice el Señor Dios:
«Grita a plena pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios.
"¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?"
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.
¿Es ése el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?
Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las corras del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor, y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: "Aquí estoy"».
Salmo de hoy
Salmo 50, 3-4. 5-6ab. 18-19 R/. Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios, tú no lo desprecias
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».
Reflexión del Evangelio de hoy
Tanto el Profeta Isaías como Jesús en el Evangelio, nos presentan dos comportamientos distintos del hombre ante Dios. Aparentemente hacen lo mismo: ayunan. Pero unos hacen el ayuno que ellos quieren y Dios aborrece; otros, aquel en el que Dios se complace. Estos, como el publicano del Templo, son del agrado de Dios; aquellos, creyendo cumplir escrupulosamente con la Ley y lo mandado, no pueden ser escuchados por Dios.
Estamos de nuevo ante el Dios veraz, mostrado por Jesús, amigo de la autenticidad y la coherencia, y contrario y opuesto siempre al puro formalismo, incapaz de transformar a la persona y renovar el espíritu.
Ayuno y ayunos
La Ley sólo prescribía un ayuno al año con motivo de la fiesta de la expiación (Lev 23,26-32), pero era frecuente que se proclamaran distintos días de ayuno con motivo de desgracias o calamidades puntuales. El pueblo cumplía mayoritariamente estás prácticas penitenciales, pero sin resultado alguno ante Dios. Como si Dios no escuchara, y, si lo hacía, como si no les hiciera caso alguno. Este es el contexto en el que tiene lugar la denuncia del profeta Isaías, denuncia que sigue teniendo validez en nuestros días.
La gran pregunta que debemos hacer es: ¿qué ayunos, qué penitencias, qué mortificaciones son del agrado de Dios? A la luz de las palabras del Profeta, podríamos contestar que los ayunos y prácticas que, de alguna forma, benefician al prójimo, son buenas y queridas por Dios. Y, siendo el amor al prójimo, el que garantiza y avala el amor a Dios, beneficia también a quien lo practica y atestigua su cercanía a Dios. Por el contrario, Dios aborrece los puros formalismos y las prácticas vacías de contenido.
Jerarquía de valores
El ayuno es bueno. Lo practicó Jesús en el desierto; lo practicaron los santos y lo recomienda la Iglesia, sobre todo en momentos litúrgicos puntuales. El ayuno puede acercarnos a Dios y puede favorecer que permanezcamos vigilantes y en vela, dispuestos siempre a recibir al Señor “cuando vuelva”.
Ayunar es bueno, pero no es lo más importante. “Mientras el novio está con nosotros”, lo esencial es estar con él, hablar con él, aprender de él, no perdernos nada de lo que él diga. Hay que alegrarse de lo que el novio hace por nosotros y demostrarlo. Esto es lo que hacían los discípulos de Jesús, a diferencia de los de Juan, y lo que, implícitamente, aconseja que sigamos haciendo. Así aprendieron y nos enseñaron que el amor es lo decisivo y esencial, de tal forma que hasta el ayuno tenemos que sazonarlo con alegría y caridad.