Mar
27
Mar
2018

Evangelio del día

Semana Santa

Uno de vosotros me va a entregar

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 49, 1-6

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno,
de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre.

Hizo de mi boca una espada afilada,
me escondió en la sombra de su mano;
me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba
y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel,
por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado,
en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor defendía mi causa,
mi recompensa la custodiaba Dios.

Y ahora dice el Señor,
el que me formó desde el vientre como siervo suyo,
para que le devolviese a Jacob,
para que le reuniera a Israel;
he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo
para restablecer las tribus de Jacob
y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.

Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo de hoy

Salmo 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17 R/. Mi boca contará tu salvación, Señor

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R/.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
«En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.

Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:
«Señor, ¿quién es?».

Le contestó Jesús:
«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
«Lo que vas a hacer, hazlo pronto».

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

Cuando salió, dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:
“Donde yo voy no podéis venir vosotros”».

Simón Pedro le dijo:
«Señor, ¿adónde vas?».

Jesús le respondió:
«Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».

Pedro replicó:
«Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».

Jesús le contestó:
«¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

Reflexión del Evangelio de hoy

“Te hago luz de las naciones”

El profeta Isaías nos presenta al siervo del Señor como el elegido desde el vientre materno, es decir, desde los orígenes de Israel. “El Señor pronunció mi nombre” configura la identidad del Siervo de Yahvé.

Mientras que el pueblo se dedicaba a los ídolos, el siervo en vano se ha cansado y en viento y en nada ha gastado sus fuerzas. Y es lo que pasa cuando el pueblo renuncia a sus orígenes, a sus raíces, por la novedad de otros ídolos extranjeros, desconocidos, se renuncia a la propia identidad. Se cansan quienes no siguen al Señor, por el contrario, siguen a los magos y encantadores.

Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra. Este reconocimiento del Siervo de Yahvé es la encomienda de una misión, la de colaborar para que Israel retorne al Señor.

Entre la traición y la negación

En un ambiente jovial, en la cena pascual, Jesús se turbó en su espíritu y dijo: uno de vosotros me va entregar. La perplejidad de los más cercanos fue mayúscula. Ocurrió lo propio, buscaban identificar quién haría semejante traición. Nadie se atreve a preguntar, buscan un mediador, el discípulo amado, que desde la cercanía y la confianza le pregunta ¿Quién es?

Lo que vas hacer hazlo pronto, no des vueltas a tu traición, fueron las palabras de Jesús a Judas. Es una manera de animar a que cumpla su misión, aunque sea desde la oscuridad. También en la traición uno cumple una misión. La misión del despojo, uno se despoja de sus raíces, de su ser más humano, de su sentido de pertenencia.

Por otra parte, a veces nos sentimos muy seguros de nosotros mismos, y creemos que, en el amor, y el seguimiento somos capaces de todo, hasta de dar la vida, pero luego vienen las realidades, los momentos difíciles que nos turban el alma, y negamos todo cuanto hemos dicho y hecho, tal y como le pasó a Pedro. Todo cuanto aconteció desde el miedo lo llenó de cobardía. No importó dejar solo al maestro.

En esta Semana Santa podemos mirar qué ídolos hacen que yo abandone mis orígenes y mi identidad, y qué miedos me sitúan entre la traición a mis principios y a mi gente, y la negación de todo cuanto me es familiar.