Lun
28
Oct
2019
Escogió a doce de ellos, y los nombró apóstoles

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 19-22

Hermanos:

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.

Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Salmo de hoy

Salmo 18, 2-3. 4-5 R/. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 12-19

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

Reflexión del Evangelio de hoy

Sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios

El texto de Pablo de esta primera lectura de la fiesta de los apóstoles Simón y Judas, es de una notable novedad, a la vez que afirma una honda consideración de la persona humana a la luz del Evangelio. La novedad es suprimir el concepto de “forastero”, de “extraño” al pueblo, que pertenecía a la esencia de la cultura y religión judía. Se universaliza la familia de Dios, todo ser humano pertenece al “pueblo elegido”,  título que los judíos reservaban para ellos. La fe cristiana es quien lo debe hacer entender.

Y junto a esto el texto aplica lo que Jesús había anunciado cuando dijo: “destruid este templo y lo reedificaré en tres días…refiriéndose a su cuerpo”. A partir del cuerpo de Jesús, la cabeza de él, que diría Pablo, el verdadero templo de Dios está construido no con piedras, sino con personas humanas. Todas ellas son, diría también el apóstol, templos del Espíritu Santo. El Espíritu santo es quien constituye la Iglesia fundada por Cristo a partir de los apóstoles: éstos son los cimientos de ese templo. El templo de Jerusalén sería destruido, pero el templo de Dios seguiría en la Iglesia. Eso sí, en la medida que sea fiel a la idea fundacional de Jesús de Nazaret, y deje que se haga presente su, como diría el P. Congar, co-fundador, el Espíritu santo, y mantenga como cimientos a los apóstoles.

Escogió a doce de ellos, y los nombró apóstoles

Lucas nos dice que antes de la elección de los apóstoles “se pasó la noche orando”. Fue para Jesús una decisión reflexionada y orada. Una decisión, pues, a la que dio máximo relieve. Serían los elegidos quienes de inmediato iban a continuar su misión. Y por ellos los destinatarios relevantes de su magisterio, testigos de su vida y de su resurrección. Ellos habían de ser los que “predicaran el evangelio a todos los pueblos”.  Sobre ellos edificaría su Iglesia, como hemos visto que dice Pablo.

La estructura eclesial señala a los obispos como los sucesores de los apóstoles. Los obispos presiden la Iglesia particular, que no es un trozo de la Iglesia, sino la totalidad de la Iglesia vivida en un espacio concreto. Es decir: la fe de Cristo vivida y testificada en el lugar en que viven sus fieles. La fiesta de los apóstoles es invitación a sentir la Iglesia en su dimensión católica, universal, allí donde nos encontramos. Sentir la Iglesia es estar unidos a quienes continúan la labor “apostólica”, nuestros obispos, allí donde nuestra vivir se realiza. Pero sin reducir el vivir cristiano a ese lugar, sino con mirada hacia el resto del mundo. De ese modo se consideran realización concreta de la Iglesia, que es universal. No puede haber comunidad cristiana que no sea misionera, que no sepa salir de sus exclusivos intereses localistas. Incorporar la fe de los apóstoles, es tener sentido de Iglesia. Algo necesario ante el peligro de tanto pietismo egoísta, o corto de alcance, que no ve ni siente su ser cristiano más allá de sí mismo o del grupo eclesial al que pertenece.