Abr
Evangelio del día
“ Yo soy el pan de la vida. ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 7, 51 — 8, 1a
En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas:
«¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la ley por mediación de ángeles y no la habéis observado».
Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios».
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
«Señor Jesús, recibe mi espíritu».
Luego, cayendo de rodillas y clamando con voz potente, dijo:
«Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Y, con estas palabras, murió.
Saulo aprobaba su ejecución.
Salmo de hoy
Salmo 30. 3cd-4. 6 y 7b y 8a. 17 y 21ab R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirígeme y guíame. R/.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Yo confío en el Señor.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».
Reflexión del Evangelio de hoy
Señor Jesús, recibe mi espíritu; no les tengas en cuenta este pecado
La Palabra de este día nos presenta a la comunidad naciente que soporta la oposición de los letrados y dirigentes del pueblo.
Esteban es testigo de Cristo por su libertad y audacia carismática. Sus palabras, llenas de vida, denuncian el pecado de los que las escuchan y anuncian que Jesús es el Mesías. Era un hombre lleno del Espíritu Santo cuyo testimonio abarca toda su existencia hasta la entrega de su vida, fiel reflejo de la vida de Jesús. Al igual que su Maestro, muere perdonando e implorando la salvación de sus enemigos, oración que veremos realizada posteriormente con la conversión del joven Saulo que aprobaba su muerte.
Sus últimas palabras dan testimonio de que Jesús vive y nos abre el cielo a los hombres de todos los tiempos, desvelándonos que el Hijo del Hombre está de pie, a la derecha de Dios, intercediendo por nosotros.
Con Esteban se inaugura la era de los mártires, de los que siguen a Jesús sin miedo a los que matan el cuerpo. Quizá nuestro testimonio no ponga en peligro nuestra vida física, pero sí tendremos pequeñas ocasiones de martirio, de perder prestigio, poder, dinero...para permanecer fieles al amor de Jesús. Denunciar el pecado de nuestra sociedad no es tarea fácil y muchas veces nos encontraremos el rechazo, pero, como Esteban, sabemos que Cristo está Resucitado.
Como Jesús, como Esteban, también nosotros nos ponemos en las manos del Padre con entera confianza, porque su misericordia es nuestro gozo y nuestra alegría.
Yo soy el Pan de la Vida
Jesús es el verdadero Pan de Dios, que ha bajado del cielo para dar la vida al mundo. El maná fue dado en el desierto para condescender con las protestas del pueblo, pero no es Moisés el que da el pan de vida, sino el Padre que está en el cielo. Jesús termina su discurso identificándose con el Dios de Moisés “YO SOY” y con el auténtico maná.
Jesús ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, pero esta vida debe ser acogida acercándonos al Señor Resucitado sin condiciones, de forma gratuita y desinteresada.
La Eucaristía es el milagro que supera infinitamente al maná, es la misma vida de Cristo en nosotros, es el alimento que necesitamos para atravesar el desierto de la vida terrena y anticipar la vida eterna “ para nunca más pasar hambre ni sed “.
Jesús mismo nos invita, conoce nuestras necesidades y quiere saciarlas, pero para tener vida abundante tenemos que escucharle a Él y no seguir otras voces que nos llevan a la mentira. Su Padre es quien nos da el verdadero maná, no es otro, ni siquiera Moisés. Alimentémonos de él con fe y entrañable amor, que nuestra oración de hoy sea: SENOR, DANOS SIEMPRE DE ESTE PAN.