Jue
28
May
2009

Evangelio del día

Séptima Semana de Pascua

Que todos sean uno

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11

En aquellos días, queriendo el tribuno conocer con certeza los motivos por los que los judíos acusaban a Pablo, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno y, bajando a Pablo, lo presentó ante ellos.

Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y gritó en el Sanedrín:
«Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos».

Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Se armó un gran griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando:
«No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?».

El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.

La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo:
«¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma».

Salmo de hoy

Salmo 15, 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 17, 20-26

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Sagacidad de Pablo

Pablo sabía muy bien que la división favorece al contrario y la aprovecha en su defensa. Ejercita su astucia para salir de la difícil situación en la que está metido. Tanto los fariseos como los saduceos iban contra Pablo, pero la sagacidad de éste hace que, al final se enfrenten entre ellos.
Las ideas partidistas eran para los judíos más importantes que investigar y encontrar la verdad. Pablo alude a la ley (de la que ellos son esclavos) y aprovecha los diferentes criterios que sobre la resurrección de los muertos tienen los fariseos y los saduceos.
Pablo había dado testimonio de Jesús en Jerusalén. Aquí no la da, busca únicamente su defensa. En este caso también los hijos de la luz son expertos.

  • Dios nos ama

Saberse amado es el secreto para ser feliz. Juan, en el texto de hoy, intenta convencernos de que Dios nos ama. “Yo les he amado a ellos como tú me has amado a mí”. Desde la humanidad de Jesús, el amor de Dios se derrama en nosotros. Desde nosotros el amor de Dios, que es misericordia, ternura y fidelidad, puede llegar a toda la humanidad.
Jesús ensancha el horizonte a su comunidad: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí, al oír el mensaje de ellos.”
Nunca llegaremos a ahondar bastante en lo que supone saber que somos amados por Dios.

 

Experimentar el gozo de sabernos hijos amados de Dios y comunicar esta Buena Noticia es un don y una tarea. El amor todo lo hace relativo. Lo que va contra el amor va contra Dios y va contra el hermano.
Jesús desea y pide al Padre que sus seguidores se mantengan unidos a Él y unidos entre sí, para que el mundo crea. La idea de la unidad queda muy repetida en este texto de Juan.
El creyente descubre y experimenta la vida como algo que está en marcha hacia la plenitud, ya que la vida está trabajada por la fuerza del Espíritu de Dios.
Convencidos de que Dios nos ama, trabajemos para que sea una realidad su deseo de unidad dentro y fuera de nuestra Iglesia. En cada una de nuestras acciones, por pequeñas que sean estamos engendrando una nueva sociedad que se abrirá en frutos de unidad y de amor: “Que todos sean uno.”