Ago
Evangelio del día
“ Compasión y la sinceridad: esto es lo que habría que practicar ”
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 1-3a. 14-17
Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe.
Dios os llamó por medio de nuestro Evangelio para que lleguéis a adquirir la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas.
Salmo de hoy
Salmo 95, 10. 11-12a. 12b-13 R/. Llega el Señor a regir la tierra.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera».
Reflexión del Evangelio de hoy
Identidades contradictorias
La vida evoluciona, el hombre evoluciona decimos muchas veces; pero en estos tiempos no sabemos bajo qué principios y en qué dirección. Cuando vamos creciendo vamos poniendo en duda todo lo aprendido por nuestros padres, o lo enseñado por nuestros profesores. Los vemos errar en sus vidas, y por ese motivo, le negamos la credibilidad no sólo a ellos, sino también a todo el sistema de valores que hemos aprendido de ellos. Todo para afirmar una nueva identidad.
Después de un gran período de autoafirmación, cuando ya nos hemos apartado de todo sistema de valores que consideramos antiguos y falsos, creemos que los nuevos valores adquiridos desde nuestra personalidad son los mejores, y en nombre de una endiosada libertad, justificamos cualquier acción contra la vida y los hermanos. Enarbolando la bandera de una nueva autoafirmación y empoderamiento, olvidamos a quien le debemos la vida, olvidamos quién nos alimentó, nos cuidó, nos consoló, nos dio fuerzas para el camino, nos dejó crecer, y nos dejó libres en nuestras decisiones. Y todo, sin una pizca de agradecimiento. La nueva identidad se forja con ira contra todo lo recibido, y desde la ingratitud.
En estos tiempos, nos damos cuenta que una identidad no se considera en gran valía. Conozco gente muy variable, personalidades que no duran ni un cuarto de hora. El mundo virtual y electrónico con los métodos fraudulentos de suplantación de identidad lo han dejado notar en nuestros bolsillos. La identidad vale lo que vale el tiempo de suplantarla. Ni siquiera hay derechos, leyes que garanticen nuestra seguridad. La legislación va por detrás de los delitos. Nuestra seguridad hay que pagarla. Cuando tenemos la experiencia de ser víctima de un robo de identidad, parece el fin del mundo, y nos damos cuenta de la fragilidad de nuestra identidad y del mundo virtual que la sostiene.
San Pablo, en la primera carta a los Tesalonicenses advierte a los cristianos sobre revelaciones, dichos o cartas atribuidas a él sobre el fin de los tiempos. Es decir, le han robado la identidad. San Pablo, no se refirió a eso, ni estaba entre sus enseñanzas el juicio final. Anima a los cristianos de Tesalónica a que nada, ni nadie los desoriente, ni les haga perder el norte.
El consejo que da aquí San Pablo es el siguiente: “Manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros de viva voz o por carta”. “Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas”.
No podemos fraguar una personalidad sin un sistema de valores que nos mantengan en pie por eso, es importante el conservar lo aprendido, volver sobre nuestros pasos, para ver qué nos mantiene de pie, y distinguir qué forja en verdad nuestra nueva personalidad. Indagar la bondad de lo que nos han enseñado. Y el Evangelio es una de esas tradiciones que nos han enseñado. Es una escuela de vida.
La piel del amor hay que derramarla
Jesús, en sus enseñanzas denuncia a los fariseos de su hipocresía, porque descuidan lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad. Se limpia por fuera la copa y el vaso, mientras por dentro están llenos de robo y desenfreno.
Siguiendo con el hilo de las nuevas identidades, hay algunas que se forjan en la hipocresía, alagan, pero luego traicionan, y son nuevos autoengaños. Y en el transcurso de la gestación de nuevas autoafirmaciones negamos el derecho a nuestros mayores, a los niños, a las viudas, a los que nos han enseñado. Juzgamos sin piedad sin conocer u olvidar cuánta piel llena de amor se ha dejado en el camino por nosotros, cuántos sacrificios se han hecho para que hoy tengamos vida y de calidad. La sinceridad brilla por la ausencia, es sacrificada por el egoísmo.
Pero, siempre hay un camino de diálogo interior, donde el tiempo nos obliga hacer una recapitulación de nuestros pasos y se recuerda aquellas antiguas enseñanzas que un día valieron para nuestro crecimiento personal. Para ello, hay que tener agallas y escuchar las verdades de uno y de otros, y confrontarlas con las verdades que uno se puede ir diciendo si tiene el coraje suficiente para salirse de los sepulcros blanqueados, y reconocer con cuánto amor se nos ha cuidado, cuánto amor sincero se derramó a nuestro paso para nuestra fortaleza, y cuanta compasión hemos recibido por nuestros errores.