Lun
29
Nov
2010

Evangelio del día

Primera semana de Adviento

Hacia Él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.

En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas.

Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.

Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén».

Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.

Salmo de hoy

Salmo 121, 1-2.4-5.6-7.8-9 R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole:
«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».

Le contestó:
«Voy yo a curarlo».

Pero el centurión le replicó:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían:
«En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

Reflexión del Evangelio de hoy

Comenzamos a caminar la senda del Adviento. No sólo comenzamos nuevo año litúrgico, sino que también comenzamos de nuevo el ciclo A. Iniciamos un camino nuevo aunque ya conocido... Los profetas salen a escena a acompañarnos durante este tiempo. Isaías, en la primera lectura, nos ofrece una visión anticipada de lo que será el final de los tiempos, de lo que sucederá en el final de nuestra vida... ¡Qué extraño... al principio se nos habla del final! El tiempo litúrgico comienza no por el principio, sino por el final: “Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos”

Siempre que comenzamos una cosa, un proyecto, un trabajo, un viaje... lo comenzamos porque queremos conseguir algo, queremos llegar a algún sitio. De alguna manera, podemos decir, que desde el principio se tiene presente el final. El final nos orienta, nos ayuda a caminar durante el viaje. Si sabemos a donde vamos, llegamos. Donde ponemos nuestra mirada allí, llegamos.

Al inicio del año litúrgico es muy importante saber a donde nos dirigimos, cuáles son nuestro objetivos, cuál es nuestra meta... donde ponemos nuestra mirada. Y nuestra meta, según nos dice el profeta, es Dios. Hacia Él caminamos, Él es nuestra Felicidad. No es una meta equivocada, no es una meta cualquiera... es una meta prometida. Y por ello, sabemos que llegaremos. El final, que es la Felicidad, es lo que nos re-orienta cuando estamos perdidos, cuando nos encontramos sin fuerza... El final, Dios, es el motor, lo que nos anima a llegar a un sitio... Por eso, podemos sentir, más profundamente, desde los centros de nuestra existencia, ese grito del Adviento dirigido por Dios hacia el ser humano ¡Ven!. ¿Quién dice: ¡ven! a quién?

Una herramienta, nos da el Evangelio desde el inicio, para caminar: la Palabra de Dios y la fe. Con estos dos elementos, podemos transitar los caminos de la Felicidad.