Dic
Evangelio del día
“ Porque mis ojos han visto a tu Salvador ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2,3-11:
Queridos hermanos:
En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él.
Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó.
Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado.
Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo —y esto es verdadero en él y en vosotros—, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya.
Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.
Salmo de hoy
Salmo 95,1-2a.2b-3.5b-6 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,22-35
Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
“luz para alumbrar a las naciones”
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Reflexión del Evangelio de hoy
Conocer a Jesús es vivir como él vivió
San Juan nos ofrece sabrosas enseñanzas con evidentes ecos evangélicos. Conocer a Jesús equivale a guardar sus mandamientos. San Juan afirma que quien diga que conoce a Jesús y no guarda sus mandamientos es un mentiroso. Miente porque quien conoce a Jesús, quien sabe quién es Jesús, quien sabe que sus palabras llevan a la vida, al sentido, a la esperanza… necesariamente guarda sus mandamientos, le hace caso, “vive como vivió él”. Si no le hace caso es que miente, es decir, miente al decir que conoce a Jesús porque quien conoce a Jesús le sigue.
Quien sigue a Jesús, quien le hace caso… se encuentra con el milagro de experimentar que Dios le ama y que habita en su corazón y que gozar de la intimidad con Dios no es una quimera, sino una sublime realidad, “permanece en él”.
San Juan aplica lo dicho a su preferido “mandamiento nuevo y antiguo”: el amor al hermano. Ahora la mentira la traduce en ceguera. “Quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos”.
“Porque mis ojos han visto a tu Salvador”
Moviéndonos entre al Antiguo y Nuevo Testamento, nos encontramos con Simeón, “hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel” y que esperaba el cumplimiento de la gran promesa de Dios de enviar a la tierra a su Salvador. Saluda a Jesús Niño alborozado, con el corazón colmado de gozo ante la promesa cumplida. Es lo que estamos celebrando en estos días de navidad y siempre, el gran regalo de Dios a toda la humanidad, el regalo de su Hijo, el Salvador del mundo, la luz del mundo, el gran amador del mundo y sus habitantes. Acojamos gozosos el mejor regalo de navidad.