Lun
29
Jun
2009
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11

En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.

Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua.

Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.

De repente; se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
«Date prisa, levántate».

Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
«Ponte el cinturón y las sandalias».

Así lo hizo, y el ángel le dijo:
«Envuélvete en el manto y sígueme».

Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel.

Pedro volvió en sí y dijo:
«Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».

Salmo de hoy

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 R/. El Señor me libró de todas mis ansias.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, él lo escuchó
y lo salvó de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.

He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.

Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.

Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.

El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Reflexión del Evangelio de hoy

El texto del evangelio es el que viene a dar sentido a la fiesta. Pedro es constituido como la piedra sobre la que Cristo edifica su Iglesia. Dejemos de lado la autenticidad si son palabras exactas de Jesús o palabras reinterpretadas por las comunidades cristianas que fundamentan un hecho manifiesto: Pedro asume una responsabilidad especial entre los apóstoles, que no se la pudo otorgar él, ni se la otorgaron, sino que reconocieron, los otros apóstoles. Es manifiesto que Cristo decidió que su obra se continuara en esa comunidad que se llama Iglesia. De ella no va a estar ausente ni él ni el Espíritu Santo a lo largo de la historia. Los comienzos fueron duros: he suprimido en las dos primeras lecturas lo que se apunta de encarcelamiento y persecuciones. He resaltado que en medio de esas duras circunstancias Pedro y Pablo sintieron la ayuda de Dios. Pablo dice que el Señor seguirá librándome de todo mal: Ni a él ni a Pedro les libró del martirio. En ese martirio alcanzaron el triunfo que habían conseguido tras las persecuciones. Esa es la Iglesia: no existe para ser aplaudida, sino para, como Pablo, presentar íntegro  el mensaje. Éste no va a ser siempre bien aceptado, traerá desprecios, persecuciones hacia quien lo propone; Dios no fallará. Ni Pedro ni Pablo sustituyen a Dios, a Cristo, como tampoco el Papa. Pedro no es sucesor de Cristo, es su vicario o representante. No él único, Cristo se hace presente en todos especialmente en los más necesitados. Por eso hemos de agradecer el servicio del ministerio del Papa. Sobre todo hemos de amar a la Iglesia. Incluso aunque en ella encontremos aspectos que no nos gusten. Amar no a la Iglesia en general. sino a la Iglesia de hoy, con sus glorias y defectos.