Jun
Evangelio del día
“ Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ”
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua.
Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
De repente; se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
«Date prisa, levántate».
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
«Ponte el cinturón y las sandalias».
Así lo hizo, y el ángel le dijo:
«Envuélvete en el manto y sígueme».
Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel.
Pedro volvió en sí y dijo:
«Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Salmo de hoy
Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 R/. El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, él lo escuchó
y lo salvó de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa
en torno a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Reflexión del Evangelio de hoy
Pedro y Pablo son pilares sobre los que se asienta la Iglesia. Pedro el primero entre los Apóstoles, asumiendo esta responsabilidad otorgada por el mismo Jesús; Pablo, el personaje más y mejor conocido del Nuevo Testamento, destacando por su celo apostólico con los gentiles. Pero, no fueron ángeles, sino personas humanas, con virtudes y defectos, algunos muy notorios. Hicieron, no obstante, un hueco en sus vidas a la gracia, se dejaron modelar, llegaron a sufrir el martirio por Jesús, y hoy los celebramos como padres en la fe.
Pedro
Pedro, tal como aparece en el Evangelio, se hace querer. Se le ve una persona cabal, de una pieza. Seguro que se podía confiar en él. En su actuación, se muestra decidido, generoso, amigo de sus amigos, sincero, auténtico. Con Jesús, su amigo y Maestro, se mostró fiel, entusiasta y dispuesto siempre a colaborar. Como si, después de la mirada y llamada primera de Jesús y el cambio de nombre, se hubiera convertido en un hombre nuevo.
Como humano, Pedro era también vulnerable. Y con aquel temperamento y forma de ser, lógicamente tenía sus debilidades. Un día pidió ir andando sobre el lago, entusiasmo que no le impidió comenzar a hundirse, teniendo que pedir ayuda a Jesús. En otro momento de su vida, alardeó de que, aunque todos negasen a Jesús, él, nunca lo haría. Su fracaso fue más tarde estrepitoso, pero al ver sobre él la mirada de amor de su amigo y maestro, como dice el Evangelio, lloró amargamente. Y, más tarde, en ese final delicioso del Evangelio de san Juan, ya no presumirá de amar a Jesús más que sus compañeros y se limitará a decir esa bella frase, con la que nos sentimos tan identificados: “Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”.
Tras la resurrección de Jesús, Pedro, se convierte en un apasionado predicador y padre de nuevas comunidades, especialmente las formadas por hombres y mujeres procedentes del judaísmo.
Pablo
Pablo es un hombre apasionado, tenaz y coherente con lo que piensa, sin que le importe el qué dirán, ni los sufrimientos, sinsabores y problemas de todo tipo que esa coherencia trajo consigo. Sus orígenes y raíces eran judías, donde recibió la mejor instrucción que cabía en un fariseo íntegro. Su cambio y conversión tiene lugar en el camino de Damasco. Jesús no le dio opción: ha sido escogido para ser discípulo y apóstol y para poner en su nueva vocación el mismo ardor y la misma pasión que antes esgrimía como perseguidor de los cristianos.
Brilla por sus numerosos y arriesgados viajes en busca de “los no judíos”, los gentiles, porque también para ellos vivió, murió y resucitó Jesús. Y, particularmente, brilló como teólogo, teología que conservamos en sus Cartas a las comunidades por él fundadas. Así introduce el Reino de Dios en la cultura grecorromana, brillante en otros aspectos. Pablo tuvo la valentía y el discernimiento para abrir las puertas y ventanas de las primeras comunidades cristianas, y, liberando a cuantos buscaban ser seguidores de Jesús de lo que sólo eran costumbres particulares, entregarles la universal y Buena Noticia del Evangelio, válida para todos, en todas las culturas, pueblos y naciones.
La Iglesia de Pedro y Pablo
“Haz un milagro, Señor.
déjame bajar al río,
volver a ser pescador,
que es lo mío”.
No sé si el Papa Francisco conoce este bello poema de Rafael Alberti, dedicado a la estatua yacente de Pedro en la nave derecha de la Basílica del Vaticano. Pero, no desaprovecha cualquier oportunidad para acercarse a los ríos y los mares, donde “se cuecen” las grandezas y miserias de los hombres, para confirmar a sus hermanos. Y, porque sabe que la Iglesia no es sólo Pedro, viaja y escribe, como Pablo, Exhortaciones, como la última –Amoris Laetitia- y todo lo que cree que puede servir para mostrar que el “Depósito de la fe” no es un museo, sino la Buena Nueva que Jesús nos entregó y que el Espíritu va descubriéndonos a medida que lo necesitamos.