Jul
Evangelio del día
“ Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en mí, aunque haya muerto, vivirá ”
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 34,29-35:
Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas del Testimonio en la mano, no sabía que tenía radiante la piel de la cara, por haber hablado con el Señor. Aarón y todos los hijos de Israel vieron a Moisés con la piel de la cara radiante, y no se atrevieron a acercarse a él.
Pero Moisés los llamó, Aarón y los jefes de la comunidad se acercaron a él, y Moisés habló con ellos.
Después se acercaron todos los hijos de Israel, y Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le habla dado en la montaña del Sinaí.
Cuando terminó de hablar con ellos, se cubrió la cara con un velo.
Siempre que Moisés entraba ante el Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la salida. Al salir, comunicaba a los hijos de Israel lo que le había mandado. Ellos veían la piel de la cara de Moisés radiante, y Moisés se cubría de nuevo la cara con el velo, hasta que volvía a hablar con Dios.
Salmo de hoy
Salmo 98, 5. 6. 7. 9 R/. ¡Santo eres, Señor, Dios nuestro!
Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo. R.
Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía. R.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio. R.
Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
¡Santo es el Señor, nuestro Dios! R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,44-46
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».
Reflexión del Evangelio de hoy
Marta, la hacendosa
Hablar de Marta, o de María o Lázaro, es pensar en Betania. Y Betania, por lo que el Evangelio nos narra, es donde Jesús se encuentra a gusto, donde acudía para descansar, donde pasó las últimas tardes y noches de su vida. Pero, Betania no sería nunca lo mismo sin Lázaro, sin María, y hoy, más en concreto, sin Marta.
Marta es tan entrañable como María y María lo mismo que Marta. No obstante, yo no puedo ocultar mi especial predilección por Marta, la hacendosa y preocupada para que Jesús se encontrara a gusto y, con Jesús, cuantos fueran huéspedes en su casa. Y junto a Santa Marta, bueno sería elevar hoy un canto a todas las “martas” que, en silencio, calladamente, preparan la mesa, el hogar, los detalles, para que otros podamos “escoger la mejor parte”. Y bueno sería también tener un recuerdo para tantas “martas” que, agobiadas por el trabajo irremplazable, suspiran por poder sentarse, tranquilas, para escuchar al Maestro o, al menos, para descansar, coger fuerzas y poder seguir trabajando.
Marta, la amiga de Jesús
San Agustín compara la vida de Marta y María con la vida del cielo y la tierra: “Estas dos mujeres, ambas amigas del Señor, ambas dignas de su amor, ambas discípulas suyas, son figuras de dos vidas, la presente y la futura, una laboriosa y otra ociosa; una infeliz y otra dichosa; una temporal y otra eterna”.
Si nos quedara alguna duda sobre los sentimientos de Jesús sobre Marta y sus hermanos, San Juan nos dice que “Jesús amaba a Marta, a su hermana María y a Lázaro” (11,5). Marta está tan segura de Jesús y de su amistad que le dice abiertamente que “si él hubiera estado allí no hubiera muerto su hermano”. Pero, Jesús va más allá y le dice que “él es la resurrección, y que todo el que cree en él, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en él, no morirá jamás”.
Marta acaba respondiendo a Jesús con la más perfecta profesión de fe. Para ella Jesús, no necesita decirlo, es el mejor amigo y, además, el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo para enseñarnos el auténtico rostro de su Padre y, al hacerlo, decirnos que nosotros éramos sus hijos.
¿Marta o María? Marta y María, siempre en armonía, sabiendo disfrutar de la amistad. De la amistad con Jesús y de nuestra mutua amistad. Disfrutando de Dios y de nuestros hermanos y hermanas, y permitiéndoles disfrutar de nosotros. Y, porque hoy es Santa Marta, sabiendo que el destino de la mayoría de nosotros es ser “martas”, que sirven al Señor y a los hermanos, intentando recrear “Betanias” donde todos, Jesús y nosotros, nos sintamos en casa, en el hogar, anticipo del otro.