Sep
Evangelio del día
“ Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios ”
Primera lectura
Lectura de la profecía de Daniel 7,9-10.13-14
Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.
A él se le dio poder, honor y reino.
Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron.
Su poder es un poder eterno, no cesará.
Su reino no acabará.
Salmo de hoy
Salmo 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8 R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,47-51
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Reflexión del Evangelio de hoy
Le dieron poder real y dominio
Parece que Daniel sueña con una sesión del juicio de Dios: la corte celestial presidida por un Anciano, el Dios Eterno, que entrega el poder a una figura, un hijo del hombre, que es icono de la comunidad o del pueblo escogido. Este pueblo, no sin dificultades, se opone a otros más poderosos que en la visión son representados por cuatro agresivas fieras. La visión apunta a que un pueblo, al fin, verificará en la tierra el reinado de Dios. No faltó tiempo para que la tradición judía asimilara con el Mesías a este hijo del hombre, pertrechado del poder real y dominio, como del mismo modo que en los evangelios Jesús de Nazaret se identificará con tal título, aunque por ello sea acusado de blasfemia. El Anciano ejecuta su designio sobre las bestias, al tiempo que entrega el poder y el reino a este hijo del hombre, porque solo así esta historia presentará perfil humano, ingrediente indispensable en el proyecto llamado el Reino de Dios al que Jesús de Nazaret dedicará toda su atención. Pues no de otra cosa se trata en el esperanzador horizonte de la encarnación: un Dios con rostro humano que sabe ser padre de sus hijos, buscadores de su rostro y peregrinos de su gracia. ¿Acaso no es éste el poder real y dominio, el de ser un Dios de los hombres?
Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
El texto apunta a la vocación de Natanael, hombre sincero y coherente que descubre desde su condición personal a Jesús de Nazaret. En éste, Dios se comunica al mundo de modo concreto y eficaz, y el resto del evangelio demostrará que Jesús es el camino de ida y vuelta entre Dios y los hombres. Y camino obligado. El que el texto aluda a la escala de Jacob es una manera de subrayar la promesa de ver y gozar toda la gloria de Dios para quien sigue tal camino, y que se manifestará con toda su plenitud en Jesús de Nazaret, porque no es otra la cumbre de la fe para los miembros del nuevo Israel en el cuarto evangelio.
No tenemos ni otro ni mejor mediador entre Dios y nosotros, conviene no olvidarlo, para no dar pie a hipostasiar nombres y misiones, santos y advocaciones, personas y encomiendas que, aún sin querer, condenan a nuestro Padre al ostracismo, como si no estuviéramos cada uno de nosotros y nuestros afanes en las perennes manos de nuestro Padre Dios. Si, a mayor abundamiento, se trata de servir y ver la gloria de Dios aquí y ahora ¿en qué consiste ésta sino en que el hombre viva, al decir de San Ireneo? Impagable privilegio que disfrutamos los que nos empeñamos en el seguimiento del Maestro.
Si aceptamos que Jesucristo es nuestro mediador por excelencia ante el Padre ¿porqué seguimos fomentando otras y nuevas mediaciones?
La gloria de Dios se encierra en el corazón de sus hijos, ¿la buscamos y fomentamos ahí con prioridad?