Lun
3
Ene
2011

Evangelio del día

Permaneced en Dios

Primera lectura

Lectura de la primera carta de Juan 2, 29 – 3, 6

Queridos hermanos:
Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él.

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!

El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifiesta, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.

Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado.

Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no lo ha visto ni conocido.

Salmo de hoy

Salmo 97, 1bcde. 3cd-4. 5-6 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dijo: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».

Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Reflexión del Evangelio de hoy

En este lunes de las ferias de Navidad nos encontramos con una pasaje de la primera carta de Juan y con el inicio de la actividad pública de Jesús, según nos lo cuenta Mateo.

Las comunidades a las que Juan escribe son comunidades que se encontraban inmersas en una problemática bastante fuerte: ¿Cómo vamos a creer en Jesús si no lo hemos visto? Estas comunidades estaban constituidas por creyentes que no habían conocido directamente Jesús, que no lo habían palpado, tocado, visto oído directamente... Todo lo que conocían de Jesús era por la predicación de aquellos que si le habían conocido. De aquí, la problemática. Juan, por ello, se ve obligado a dar razón de cómo se puede creer que Jesucristo es el Mesías, el portador de la Salvación, de la Felicidad. Juan nos propone una sencilla metodología: creer en Jesús es amar a los otros, es decir, el amor a Dios implica el amor a los otros. Juan nos invita a permanecer en esta actitud. No vemos el rendimiento, la efectividad, los resultados de hacer una opción por el Amor, de este calibre... No, no se ve... pero Juan nos invita a permanecer en esta opción que hemos hecho, aunque no tengamos resultados. No son tantos los resultados, sino la actitud de permanecer en el Amor frente a todo “enviste” que vivamos.

En el pasaje evangélico nos encontramos con un breve sumario de la actividad de Jesús: enseñar, proclamar el Reino y curar. Esta actividad de Jesús es la forma, el arquetipo, el modelo de cómo se ama a los otros. Amar a los otros, como ama Jesús, es predicar la Palabra de Dios con la boca y con las manos, de palabra y de obra.

Hoy, la sociedad, nos pone a prueba en el “permanecer en lo que uno está profundamente convencido”. No somos muy dados a permanecer, sobre todo si hay sufrimiento. Tendemos a huir, a no enfrentarnos a situaciones que nos hacen sufrir, cuando quizás, detrás de ellas, haya más Vida... En cambio, el Evangelio nos dice incesantemente que amar duele.