Dic
Evangelio del día
“ Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis ”
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 11, 1-10
Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé,
y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y entendimiento,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias
ni sentenciará de oídas;
juzgará a los pobres con justicia,
sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra;
pero golpeará al violento con la vara de su boca,
y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura,
y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero,
el leopardo se tumbará con el cabrito,
el ternero y el león pacerán juntos:
un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso,
sus crías se tumbarán juntas;
el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retozará junto al escondrijo de la serpiente,
y el recién destetado extiende la mano
hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago
por todo mi monte santo:
porque está lleno el país del conocimiento del Señor,
como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé
será elevada como enseña de los pueblos:
se volverán hacia ella las naciones
y será gloriosa su morada.
Salmo de hoy
Salmo 71, 1-2.7-8.12-13.17 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.
En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.
Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.
Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 21-24
En aquella hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:
«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Reflexión del Evangelio de hoy
En esta festividad de San Francisco Javier, jesuita incansable en la propagación del Reino por Asia, las lecturas que se nos proponen se refieren precisamente a la Revelación del Espíritu de Dios a una humanidad que no “sabe” verlo. Javier escuchó en su vida las palabras de Jesús en el Evangelio y encontró en Él la verdadera sabiduría para su corazón, más allá de la aprendida en los libros, más allá de los reconocimientos humanos.
“La tierra estará llena del conocimiento de Jahvé”
Isaías anuncia la esperanza mesiánica como una “nueva creación” en la que Dios otorga a sus criaturas la bondad del principio y al hombre la verdadera sabiduría de “ver” con los propios ojos de un Padre que revela su Espíritu a un mundo necesitado de Paz y Justicia. Para llevarnos a la Salvación, nos hace recorrer unos caminos inéditos, nuevos, inesperados, como sugiere el tema del “renuevo de Jesé”. Sobre el abismo del caos, de la Nada, Dios promete un tiempo nuevo que vendrá en la figura del Mesías, hombre como nosotros, pero en quien Dios se revela plenamente.
“Has ocultado estas cosas a sabios y entendidos”
El Evangelio nos muestra la alegría inmensa de Jesús al comprobar la acción del Espíritu en la Misión a la que envió a sus discípulos, una alegría compartida con los suyos, con tantas personas que abrieron su corazón a la Palabra y fueron sorprendidos por ella “viendo” con sus propios ojos la realidad de los tiempos nuevos irrumpiendo con fuerza en su vida de cada día.
Jesucristo nos invita a compartir su propia e íntima alegría, como lo hizo con sus discípulos, a descubrir en su Persona al Dios de la Promesa que sigue recreándonos cada día, desde su amistad y cercanía, con el Espíritu, un Espíritu de Sabiduría que nos hace “ver” a pesar de las oscuridades a veces impenetrables de un mundo saturado de saberes inútiles y egoístas.
Ciertamente no es fácil. Es necesario “nacer de nuevo”, “hacerse como niños” y experimentar que la Promesa del Espíritu sigue haciéndose milagrosa realidad cada vez que, en y con nuestra vida de cada día, afirmamos a Cristo entre los hombres. Sólo así escucharemos ese “Dichosos los ojos que ven lo que ven lo que vosotros veis” y sabremos que no estamos solos. Que Él vive en nuestra “extraña” alegría.