Mar
3
Mar
2009

Evangelio del día

Primera Semana de Cuaresma

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Esto dice el Señor:

«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo
y llevará a cabo mi encargo».

Salmo de hoy

Salmo 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19 R/. Dios libra a los justos de sus angustias

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros orad así:

“Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal”.

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La eficacia de la Palabra de Dios.

Aunque la eficacia de la lluvia no es perceptible de momento, sin embargo a lo largo, hace fructificar la semilla y da vida y alimento.
Así la Palabra de Dios no vuelve a El vacía, sino que fructifica en designios de salvación; pero la Palabra de Dios pide una respuesta del hombre, pide conversión. Por eso imploramos el perdón de Dios y El nos lo da gratuitamente.

  • “Vosotros rezad así”

Y Jesús nos enseña el Padrenuestro.
La oración cristiana por excelencia. La oración más sencilla, fácil y profunda de todas. La primera oración que aprendemos la mayoría de los cristianos . Modelo y resumen de toda oración.
Varias veces durante el año litúrgico, encontraremos la lectura del Padrenuestro; hoy en el texto de San Mateo, se centra principalmente en la necesidad de oración y de perdón. De estas dos prioridades, nos enseña Jesús. Como siempre ocurre con el Maestro, con su palabra y con su vida.
En la oración, el  que ora confiesa que Dios es el Señor de su vida, su origen.
Y porque como gustaba decir al Santo Cura de Ars: “El hombre es un pobre que tiene necesidad de pedirlo todo a Dios”.
“Dios sabe lo que es preciso ante que se lo pidáis”. El Padre Celestial nos contempla con amor y sabe lo que nos hace falta; por eso no son necesarios largos discursos. Dios quiere nuestro corazón, y nuestra entrega confiada.
En cuanto al perdón. En la Cruz encontramos el ejemplo supremo de misericordia y perdón. Jesús murió perdonando a sus verdugos.

  • “Padre nuestro”

Dos palabras, con un profundo significado. Tan insondable, que en este mundo no llegaremos a conocer en su plenitud.
Asombroso. Nos dirigimos a  Dios como Padre, como el Abbá que hemos oído de labios de Jesús; movidos por el mismo Espíritu.
“Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡Lo somos.”, nos dirá la primera carta de San Juan (3,1)
Jesús llama Dios su Padre. Pero para nosotros es nuestro Padre, así nos lo enseña el mismo Señor. Nuestro, porque todos los seres humanos somos hermanos, tenemos un Padre común.  Somos hijos en el Hijo, de nuestro Padre Dios.

  • “Perdónanos nuestras ofensas ...”

Pedimos a Dios perdón por nuestros pecados Este es quizá el mayor ruego que se dirige a Dios. Pues sabemos por experiencia lo que significa el peso del pecado en nuestras vidas. Y que por mucho que lo intentemos,  por nuestras solas fuerzas, no podemos liberarnos del pecado. Necesitamos de la ayuda de Dios. Por eso, confiados en su misericordia infinita, suplicamos su perdón.
Pero, esta petición está condicionada.
Jesús presupone el perdón mutuo. Nos lo explicará en la parábola del siervo despiadado (Mt, 18, 23- 35). Si cumplimos los requisitos, el perdón está asegurado.
¿Qué sería de nosotros sin esta esperanza?

  • “Si no perdonáis a los demás...”

Esta es la condición. Esta es la ley. No podemos pedir perdón a Dios, si estamos endurecidos con el hermano y no nos hemos reconciliado con él. 
Y esto tanto a nivel personal como comunitario.
No podemos vivir de forma realmente cristiana, si esta ley no está profundamente grabada en nuestro corazón, de forma de determine nuestro actuar como creyentes.