Vie
3
Abr
2009

Evangelio del día

Quinta Semana de Cuaresma

Para que comprendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13

Oía la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».

Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».

Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.

Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.

Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!

Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Salmo de hoy

Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7 R/. En el peligro invoqué al Señor, y él me escuchó

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

Reflexión del Evangelio de hoy

El marco de referencia del texto de Jeremías es el de los cambios políticos en los que le toca vivir, con repercusiones sobre su persona y su misión. El triunfo del poder babilónico sobre el asirio lleva consigo cambios tanto a nivel político como religioso. Jeremías será encarcelado después de pronunciar un discurso en el atrio del templo. Pero el profeta no puede menos de hablar en nombre de Dios. Él no ha escogido su ministerio, ha sido el Señor quien le ha llamado y escogido para hacerlo.

En el evangelio nos volvemos a encontrar con un Jesús contra las cuerdas, como Jeremías. La disculpa hoy es una discusión de Jesús con los judíos. Estos quieren de él una declaración diáfana y cristalina sobre sus orígenes. Jesús no sólo se lo ha dicho, se lo ha demostrado, pero son incapaces de creer en su filiación divina, creen que blasfema e intentan detenerlo.

  • Jeremías o la fidelidad

Falta una semana para Viernes Santo, y la liturgia nos ofrece la figura de Jeremías y su actitud como modelo a seguir en los últimos pasos cuaresmales. Hay mucha semejanza entre Jeremías y Jesús, por eso aquél es figura de éste.

Jeremías muestra hoy su gran decepción interior y su gran dolor ante la calumnia, burla y escarnio exteriores. Todos se burlan de él, sirviéndose, a veces, de sus mismas palabras. Y a las burlas siguen las acusaciones, y a éstas, el encarcelamiento. Ante esta situación, el primer impulso del profeta es rebelarse, pero surge pronto un cambio de actitud y, a pesar de todos sus sufrimientos, Jeremías confía en Dios. Él no lo entiende pero Dios sabrá lo que hace. Lo único que sabe y dice es: “El Señor está conmigo, como fuerte soldado: mis enemigos no podrán conmigo”. Esta actitud le lleva a invitar a la alabanza: “Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos”. La misma actitud que veremos en Jesús.

  • “El Padre y yo somos una misma cosa”

Jesús, además de redimirnos, no hizo otra cosa que mostrarnos al Padre, su Padre y nuestro Padre. “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre”.

Pero los judíos no ven. No sé si no pueden o no quieren, pero el hecho es que no ven, y juzgan la actitud y palabras de Jesús como blasfemia. Le han tachado de comilón, de borracho, de loco; hoy de blasfemo. Y, en su dialéctica, buscan apedrearle, acabar con él. Lo conseguirán muy pronto.

Jesús trata de razonar con ellos, de que juzguen sus palabras por las obras, para que, aunque no le crean a él, crean y se inclinen ante las obras. Pero sin resultado alguno. Aunque, siendo más justos, hay que reconocer que también hubo resultados, que también otros muchos creyeron en él, creemos en él y, con seguridad, se seguirá creyendo en él. El misterio lo iremos desgranando la semana que viene. Al hacerlo, tomaremos contacto con nuestras raíces, y, siguiendo sus instrucciones, volveremos a Galilea donde, una vez resucitado, nos volverá a marcar las consignas a seguir hoy, aquí y ahora.
 

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)