Jun
Evangelio del día
“ No es Dios de muertos, sino de vivos ”
Primera lectura
Lectura del libro de Tobías 3, 1-11a. 16-17a
En aquellos días, con el alma llena de tristeza, entre gemidos y sollozos, recité esta plegaria:
«Eres justo, Señor, y justas son tus obras son justas; siempre actúas con misericordia y fidelidad, tú eres juez del universo.
Acuérdate, Señor, de mi y mírame; no me castigues por los pecados y errores que yo y mis padres hemos cometido.
Hemos pecado en tu presencia, hemos transgredido tus mandatos y tú nos has entregado al saqueo, al cautiverio y a la muerte, hasta convertirnos en burla y chismorreo, en irrisión para todas las naciones entre las que nos has dispersado.
Reconozco la justicia de tus juicios cuando me castigas por mis pecados y los de mis padres, porque no hemos obedecido tus mandatos, no hemos sido fieles en tu presencia.
Haz conmigo lo que quieras, manda que me arrebaten la vida, que desaparezca de la faz de la tierra y a la tierra vuelva de nuevo.
Más me vale morir que vivir porque se mofan de mí sin motivo y me invade profunda tristeza.
Manda que me libre, Señor, de tanta aflicción, déjame partir a la morada eterna.
Señor, no me retires tu rostro.
Mejor es morir que vivir en tal miseria y escuchar tantos ultrajes».
Sucedió aquel mismo día que Sara, hija de Ragüel, el de Ecbatana, en Media, fue injuriada por una de las criadas de su padre; porque había tenido siete maridos, pero el malvado demonio Asmodeo los había matado antes de consumar el matrimonio, según costumbre. La criada le dijo:
«Eres tú la que matas a tus maridos. Ya te has casado siete veces y no llevas el nombre de ninguno de ellos. ¿Por qué nos castigas por su muerte? ¡Vete con ellos y que nunca veamos hijo ni hija tuyos!».
Entonces Sara, llena de tristeza, subió llorando al piso superior de la casa con el propósito de ahorcarse. Pero, pensándolo mejor, se dijo: « Solo serviría para que recriminen a mi padre. Le dirían que su hija única se ahorcó al sentirse desgraciada. No quiero que mi anciano padre baje a la tumba abrumado de dolor. En vez de ahorcarme, pediré la muerte al Señor para no tener que oír más reproches en mi vida».
Entonces extendió las manos hacia la ventana y oró.
En aquel instante, la oración de ambos fue escuchada delante de la gloria de Dios, el cual envío al ángel Rafael para curarlos: a Tobit, para que desaparecieran las manchas blanquecinas de sus ojos y pudiera contemplar la luz de Dios; a Sara hija de Ragüel, para darla en matrimonio a Tobías, hijo de Tobit, liberándola del malvado demonio Asmodeo. Tobías tenía más derecho a casarse con ella que cuantos la habían pretendido.
Salmo de hoy
Salmo 24 R/. A ti, Señor, levanto mi alma
Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado,
que no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados,
mientras que el fracaso malogra a los traidores. R.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mi con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 12,18-27
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano".
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y resuciten ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».
Reflexión del Evangelio de hoy
«Señor, acuérdate de mí y mírame»
La verdadera fe en Dios se convierte en Esperanza aun en los momentos más difíciles de nuestra vida, como acontece en la lectura del Libro de Tobías. Ciertamente vemos en el texto tristeza, amargura a veces, pero no desesperación. Tobías «sabe» en Quien tiene puesta su más esencial confianza. Dios no defrauda, aunque el Mal aceche en el personaje de Asmodeo, aunque todo se nos antoje negro, triste y desesperado y lleguemos a pensar que es Dios quien quiere nuestra desgracia; pero Dios es justo y compasivo y no vuelve el rostro ante la súplica de Tobías, sino que lo escucha y manda a Rafael para que le cure en el cuerpo y en el alma. Así también nosotros tendríamos que ser hombres de esperanza incluso en una sociedad donde las estructuras de pecado nos ahogan y nos oculta la luz de Dios.
«Estáis equivocados porque no entendéis las Escrituras»
El verdadero Dios se escapa siempre de los cotos en los que los hombres, sobre todo los poderosos, muchas veces quieren encerrarlo a fin de que no interfiera en sus intereses materialistas y egoístas, sino que más bien se convierta en su aval. En el Evangelio Jesús se centra en el verdadero sentido de la Resurrección, a la que caricaturizaban los saduceos y los fariseos reducían a una mera continuación de la vida terrestre. Ambos se equivocan porque no conocen el verdadero sentido de la Escritura, no conocen a Dios, a un Dios VIVO. Por eso no tiene ningún sentido las elucubraciones que le plantean sobre la Resurrección.
La Resurrección es el encuentro definitivo con Dios, que transfigura nuestra vida en otra que ya no tiene fin, una Vida Nueva, definitiva. Esa es la vocación a la que nos llama Dios: vivir su misma vida en comunión plena con Él.
Esta es nuestra Esperanza, más allá de disquisiciones materiales a las que somos tan aficionados también en la Iglesia, que nos ocupan y preocupan porque nuestro horizonte no es la Resurrección auténtica sino un remedo de nuestra -muchas veces- mediocre realidad.
Hoy conmemoramos el martirio de San Carlos Luanga y compañeros, cristianos plenamente esperanzados en el verdadero sentido de la Resurrección.
- ¿Qué preocupaciones me agobian, me quitan el sueño y me hacen sentirme especialmente triste?
- ¿Soy capaz de descubrir en esos momentos la Esperanza a la que Dios me llama? ¿Le pido ayuda como Tobías?
- ¿Crees que en la Iglesia nos identificamos a veces con los saduceos en la comprensión de la Resurrección?