Ago
Evangelio del día
“ El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar ”
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 40,16-21.34-38:
En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado.
El día uno del mes primero del segundo año fue erigida la Morada. Moisés erigió la Morada, colocó las basas, puso los tablones con sus travesaños y plantó las columnas; montó la tienda sobre la Morada y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había manado a Moisés.
Luego colocó el Testimonio en el Arca, sujetó los varales al Arca y puso el propiciatorio encima del Arca. Después trasladó el Arca de la Morada, puso el velo de separación para cubrir el Arca del Testimonio; como el Señor había mandado a Moisés.
Entonces la nube cubrió la Tienda del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada.
Moisés no pudo entrar en la Tienda del Encuentro, porque la nube moraba sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada.
Cuando la nube se alzaba de la Morada, los hijos de Israel levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, ellos esperaban hasta que se alzase.
De día la nube del Señor se posaba sobre la Morada, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.
Salmo de hoy
Salmo 83,3.4.5-6a.8a.11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,47-53
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?»
Ellos le responden:
«Sí».
Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Reflexión del Evangelio de hoy
El Santuario y el Arca significan la voz de Dios para el pueblo
La presencia de Dios en Israel se manifiesta de formas distintas. En este capítulo del Éxodo se nos narra la construcción del santuario que Moisés levanta a Yahveh conforme a sus indicaciones. Un santuario móvil, para asegurar la presencia y la gloria de Dios en medio del Pueblo. Presencia que dirige la marcha del pueblo a través del desierto, hacia la salvación y la tierra prometida. Es el origen del futuro Templo de Salomón, que guardará como en este santuario de peregrinación las mismas formas y las distintas moradas que Dios indicó a Moisés.
El Templo y el arca de la Alianza, donde se guardan las palabras escritas por Yahveh, aseguran la presencia de Dios en medio de su pueblo. Significan el reducto, la nube, donde Dios manifiesta su poder y su gloria. Desde allí se concreta su promesa: Yo estaré con vosotros y os conduciré a una tierra nueva, donde “vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”. Por el arca, manifiesta el Dios de la Alianza que está presente en medio de su pueblo, para guiarle y protegerle, para hacer conocer su palabra y escuchar su oración. El Templo es así sacramento de la presencia de Dios. También para nosotros ha de tener este sentido. Cuando nos reunimos en nombre del Señor, Dios se manifiesta en medio de nosotros. En Cristo hemos sido constituidos parte de ese Templo espiritual que es la Iglesia, donde sigue revelándose la Palabra de Dios al mundo, y donde con nuestra oración, hacemos presente a Dios en el mundo. La historia, nuestra propia historia, no pueden ponerse de espaldas a Dios. Dios habita en el mundo a través de nuestro testimonio y nuestra vida.
Nuestra historia realiza el Reino de Dios, paso a paso
La predicación de Jesús desde el inicio, fue proclamar la presencia del Reino de Dios en medio de los hombres. Jesús hace signos y milagros, acoge a los pobres, enfermos y marginados, y predica con parábolas y doctrina. El Reino se ha inaugurado en su persona y en su evangelio. “En su misión de revelar a Dios, Jesús aparece como parábola viviente del Padre y del Reino mismo” dice Schillebeeckx. En su persona Dios está llevando a cabo la Promesa de la alianza definitiva con el hombre y con la creación entera. El amor definitivo de Dios se hace presente en la entrega de su propio hijo, que es gracia, garantía y fuente de nuestra propia plenitud.
Jesucristo Resucitado es el centro del Reino de Dios, origen de la Nueva Humanidad y germen de la Nueva Creación que ha de ir configurándose en nuestro mundo como una humanidad resucitada. Esto es lo que el evangelio de hoy nos quiere poner de manifiesto. Dice Jesús:” el Reino de los Cielos se parece a una red que se echa en el mar… Habla a unos pescadores, para que entiendan que el tiempo del Reino es como la vida de los peces en el mar. Cada uno vive desde sus propias fronteras y valores. Esto mismo sucede en cada vida. Sólo el que descubre el valor del Reino, el que entiende el mensaje del evangelio y vive desde el amor que Jesús predica como reflejo del amor del Padre, tendrá valor al final de los tiempos, cuando los ángeles separen a los malos de los buenos. Sólo quien ha entendido el secreto del Reino y asimila como norte de su vida el mandamiento del amor, alcanza la verdadera salvación. Sólo desde esta transformación en Cristo, rezamos con sentido “Venga a nosotros tu Reino”.
¿Somos constructores del Reino de Dios haciéndonos imagen fiel de Jesús cada día de nuestra vida?
¿Somos conscientes de ser templo y sacramento del Dios vivo manifestando el amor incondicional a nuestros hermanos?
Pidamos con fervor que el Reino de Dios se haga presente en nuestro mundo y aportemos nuestro minúsculo esfuerzo para realizar el Reino de Jesús.