Nov
Evangelio del día
“ Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres. ”
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 10, 9-18
Hermanos:
Si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mis m es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».
Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie? y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito:
«¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!».
Pero no todos han prestado oídos al Evangelio. Pues Isaías afirma:
«Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?».
Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha viene a través de la palabra de Cristo.
Pero digo yo: ¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario:
«A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».
Salmo de hoy
Salmo 18, 2-3. 4-5 R/. A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, paseando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Reflexión del Evangelio de hoy
Por la fe en el corazón llegamos a la justificación
San Andrés es hermano de sangre de Pedro. Los dos sintieron a la vez la invitación a seguir a Jesús. Fue una decisión valiente la dejar las redes “inmediatamente” y seguirle. Los dos apostaron por el crucificado, pues tuvieron experiencia de su resurrección. Los dos dieron la cara por el Maestro y por su evangelio en distintos lugares. Y con la cara la vida. En cruces, dice la tradición. Distintas de la del Maestro: Pedro crucificado cabeza abajo; Andrés en una cruz en aspa. De san Andrés nada sabemos después de la muerte de Jesús. Solo tradiciones, leyendas.
En el oriente se le tiene una devoción especial. Quizás porque han entendido que Occidente se ha apropiado de san Pedro. A san Andrés se le asigna la predicación del evangelio en lugares lejanos como la India. Su fe en Cristo no fue una fe intelectual, que se reduce a creencias; fue como dice el texto de Pablo en la primera lectura una fe del corazón. La vocación a la que respondió tan rápidamente, no vivió de ese primer impulso. Fue madurando. Fue auténtica vocación cuando el afecto le unió a Cristo: cuando su fe fue del corazón. Así ha de ser nuestra fe: no sólo una convicción, sino una decisión cargada de afecto a Cristo el Señor. Si es así podremos hablar con entusiasmo de él, ser evangelizadores, como san Andrés, presentarlo a quienes no lo conocen o lo tienen olvidado. Presentarlo con nuestra palabra que habla de Jesús como de alguien de quien se está enamorado. Con nuestras obras. Siempre imperfectas, pero que encuentran su razón de ser en el compromiso vital con el Maestro.
Ese entusiasmo por Jesús es el que tenemos que activar en la espera de la celebración de la Navidad.