Vie
31
May
2019

Evangelio del día

Sexta Semana de Pascua

Todas las generaciones me llamarán bienaventurada

Primera lectura

Lectura carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 9-16b

Hermanos:

Que vuestra caridad no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno.
Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor.

Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.

Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran.

Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde.

Salmo de hoy

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 R/. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.

«Él es mi Señor y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R/.

«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso». R/.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Reflexión del Evangelio de hoy

En esta festividad de la Visitación de María a su prima Santa Isabel nos vienen a la mente las palabras del Papa Francisco cuando reivindica la feminidad de la Iglesia y la importancia de la mujer en el plan salvífico de Dios.

Decía el Papa que la mujer da a la Iglesia una perspectiva más misericordiosa y tierna en la misión de la Iglesia, en sus relaciones comunitarias y en su dimensión samaritana con los más necesitados.

La mujer tiene una concepción más humanista y atenta de lo que Dios nos pide como creyentes. Proyectan una espiritualidad más receptiva y sencilla que entiende mejor el mensaje divino y las necesidades humanas. Encarnan mejor esas cualidades que San Pablo pedía a los cristianos de Roma, que estaban sufriendo persecución y marginación: vivid alegres, pacientes, perseverantes en la oración, atentos a las necesidades de los santos, solícitos en la hospitalidad… amándoos los unos a los otros con amor fraternal, incluso generosos con los enemigos.

Les exhorta a mantener esa fe en el Cristo que, renunciando a su categoría divina, se entregó por amor y nos invita al amor total. Un amor como el que Dios nos tiene, fiel y solícito, que no discrimina ni lleva cuentas. Un amor incondicional, de Dios Madre y Padre, que siempre nos ama primero y absolutamente.

"Proclama mi alma la grandeza del Señor"

Lucas, el evangelista cercano a María y a los acontecimientos de la infancia de Jesús, nos cuenta este episodio de la visitación de María a su prima Isabel, cuando ambas están embarazadas. El niño de Isabel, Juan, salta de gozo cuando María saluda a su prima. En este relato se remarcan varios aspectos importantes de la misión mesiánica de Jesús.

Juan Bautista vibra ante la presencia del Salvador; el precursor reconoce la mesianidad de Jesús, “el que viene detrás de mí”. Isabel anuncia la importancia que la figura de María va a tener para la historia universal como mediadora de la salvación de Dios: “bendita tú entre las mujeres”, y su ejemplaridad como creyente fiel y madre universal para todos los herederos del Reino que Jesús va a instaurar.

Y también, María anticipa el mensaje salvífico de su Hijo con su canto del Magnificat. Anuncia la soberanía del Dios de los humildes, de los pobres, de los hambrientos; del Dios de la promesa y la misericordia, que cuenta con mujeres como María e Isabel para llevar a cabo sus designios de salvación y realizar el Reino de Dios en este mundo. Un Señor que cuenta con las mujeres, como también Jesús contó con ellas a lo largo de su vida pública y después en la resurrección.

Hoy, que seguimos entonando el Ave María y el Magníficat como oraciones consagradas de nuestra espiritualidad eclesial, no podemos olvidar el significado testimonial que estas oraciones significan para nosotros. El canto de acción de gracias de dos creyentes humildes y fieles receptoras de la Palabra de Dios y de su vocación de mediadoras en el plan salvífico del Señor. Esa dimensión que no podemos olvidar nos corresponde también a nosotros. Somos elegidos para cumplir la voluntad de Dios y ser mensajeros de su misericordia en medio de nuestro mundo, con una disposición maternal, tierna y compasiva.

La maternidad de Dios que se refleja en María, debe reflejarse en nuestro comportamiento con nuestros hermanos de fe pero también con los que Dios pone en nuestro camino. La realización de un mundo mejor es una seria apuesta para los que creemos en este Señor principio y fin de la nueva Creación.

¿Tenemos una mirada misericordiosa, alegre y afectuosa con nuestros hermanos de fe y con el mundo que Dios nos ha encomendado? El compromiso con un mundo mejor es la tarea que nos corresponde como miembros de la Nueva Creación.