Ago
Evangelio del día
“ El Espíritu lo sondea todo. ”
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, 10b-16
Hermanos:
El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. Pues, ¿quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce solo el Espíritu de Dios.
Pero nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo; es el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que de Dios recibimos.
Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu. Pues el hombre natural no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque solo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. «Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?». Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.
Salmo de hoy
Salmo 144, 8-9. 10-11. 12-13ab. 13cd-14 R/. El Señor es justo en todos sus caminos.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.
Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu de demonio inmundo y se puso a gritar con fuerte voz:
«¡Basta! ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Pero Jesús le increpó diciendo:
«¡Cállate y sal de él!».
Entonces el demonio, tirando al hombre por tierra en medio de la gente, salió sin hacerle daño.
Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí:
«¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen».
Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca.
Reflexión del Evangelio de hoy
“El Espíritu lo sondea todo”
San Pablo nos asegura que el Espíritu “lo sondea todo” y que es capaz de llegar a lo más íntimo de Dios y del hombre y de llevarnos hasta allí.
Por eso, nos conviene acoger bien al Espíritu de Dios, el “dulce huésped del alma”, que “ha sido derramado en nuestros corazones”. Jesús nos lo prometió y ha cumplido su promesa. “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad que el mundo no puede conocer, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros lo conocéis, porque permanece con vosotros y está en vosotros”. Nos conviene dejar que guíe nuestra vida, nuestros pasos, que purifique y avive nuestros deseos, nuestras esperanzas, que alimente nuestras ilusiones y nuestros ánimos… porque además de ser nuestro Abogado, el que nos defiende de cualquier enemigo, tiene la misión de cristianizarnos, al recordarnos todo lo que Cristo nos dijo y que en un momento no pudimos llevar y entender, y cambiar y retocar nuestro corazón para que sea como el de Cristo, sienta a lo Cristo, lata a lo Cristo, reaccione siempre a la Cristo… porque lo suyo es glorificar a Cristo, continuar la tarea de Cristo porque “tomará de lo mío y os lo dará a conocer”.
A la vista de lo que nos dice San Pablo en la epístola de hoy, nos podemos preguntar, adentrándonos en el misterio humano, por qué hay hombres a los que Dios, Jesús y su Espíritu, no llegan ni a la primera capa de su piel: “A nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura”.