Jul
Evangelio del día
“ ¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados ”
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 22, 1-19
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo:
«¡Abrahán!».
Él respondió:
«Aquí estoy».
Dios dijo:
«Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré».
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
Al tercer día levantó Abrahán los ojos y divisó el sitio de lejos. Abrahán dijo a sus criados:
«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros».
Abrahán tomó la leña para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
«Padre».
Él respondió:
«Aquí estoy, hijo mío».
El muchacho dijo:
«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?».
Abrahán contestó:
«Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío».
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargo la mano tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve».
El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».
Abrahán volvió al lado de sus criados y juntos se pusieron en camino hacia Berseba, y Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
Salmo de hoy
Salmo 114 R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida». R.
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó. R.
Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de los vivos. R.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,1-8
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
«¡Animo, hijo!, tus pecados te son perdonados».
Algunos de los escribas se dijeron:
«Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
«¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados - entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Reflexión del Evangelio de hoy
Sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo
Lo que puede parecer una prueba no es sino una experiencia creyente que ubica al hombre en los caminos de Dios; realidad misteriosa y lejana a nuestra comprensión y sentimientos. Abrahán, referente de tantas vivencias creyentes, deja su pasado (familia, tierra…) y ahora le piden que renuncie también a su futuro (su hijo, su único hijo). En la noche oscura de la fe, Abrahán obedece a Yahvé y sigue el camino que la voz divina le traza, abriéndose así, desde su singular experiencia de fe, a un conocimiento nuevo del misterio de Dios. Se pone en camino y, al llegar al lugar indicado, se apresta a sacrificar a Isaac. Ha ascendido hasta la cota más alta de la gratuidad, de la confianza, se ha puesto en manos de Dios, ha dejado que Dios sea su personal lógica, la lógica abrahámica, y es bendecido con la multiplicación de su progenie porque se ha fiado de Dios; sólo por esta razón es posible superar la más que difícil prueba, sólo así se disipa la oscuridad de la noche de la fe.
Viendo la fe que tenían
Tras abandonar la Decápolis Jesús regresa a su ciudad y, en el gentío que le rodea y le escucha, unos paisanos, portadores de una camilla donde yace un paralítico se atreven a romper el cerco de tanta gente y ponerse al alcance de la mirada del Maestro. Jesús advierte con prontitud el acreditado esfuerzo y tiende la mano del perdón al incapacitado. Emergen rápidos los contrarios al Reino de Dios tachándole de blasfemo; Jesús, no obstante, se fija en la fe que tenían tanto el paralítico como sus portadores, poniéndose de relieve que si pecadores, también manifiestan su deseo de salvación y confianza en la palabra del que de Dios nos trae alegría y vida. El paralítico no sólo se ve libre de su carga pecadora, sino que advierte que por la fe en Jesús, por el encuentro confiado que tiene con él, comienza a vivir, se ve capacitado para caminar. La palabra de Jesús, el encuentro con él, siempre tiene la imperativa fuerza que nos habilita para ponernos en pie, comenzar de nuevo, dar sentido a nuestra vida, advertir que todo dolor humano (moral o físico) impacta en el amor de nuestro Padre, quien, en su Hijo, se ofrece a ser compañero de nuestro camino.