Ago
Evangelio del día
“ Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? ”
Primera lectura
Lectura del profeta Jeremías 31,31-34:
Llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Juda una alianza nueva. No sera una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—.
Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor —oráculo del Señor—, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.
Salmo de hoy
Salmo 50 R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16,13-23
En aquel tiempo, aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomo la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
Reflexión del Evangelio de hoy
Dime con quién te alías y te diré quién eres
Aliarse con alguien supone un compromiso entre los aliados respecto a los puntos acordados en la alianza, es decir guardar fidelidad a lo pactado. Tenemos un Dios paciente y misericordioso que como modeló nuestro corazón y sabe de qué está hecho, comprende y perdona las infidelidades de su pueblo y las nuestras, ¡mis infidelidades a la alianza!
Él es fiel siempre; nosotros, o al menos la mayoría de los cristianos, no. Experimentamos las caídas en lo que al Señor no le agrada. Y Él, que puede sacar bien de nuestro mal, sigue dándonos nuevas oportunidades. Él sabe que en nuestro interior llevamos grabada su imagen y semejanza, que tenemos grandes deseos, que le amamos y queremos seguirle y sabe también la fragilidad de nuestra vasija de barro; por eso y para poder plenificarnos no se conforma con atraernos, con tomarnos de la mano (tal vez porque cuando nos suelta, corremos en otra dirección…) sino que desde dentro: “meteré mi ley en su corazón”, nos va haciendo buenos, va edificando nuestra fidelidad.
La conciencia es su ley metida en el corazón de cada hombre para guardarlo del mal e incitarlo al bien; con Jesús hemos recibido un regalo mayor: ¡el Espíritu Santo! Él es el Maestro interior de la ley de la gracia que a la vez que nos lo enseña todo, recordándonos lo que Jesús quiere, aboga por nosotros y nos defiende del maligno.
Hoy es un buen día para evaluar las “alianzas” que hemos hecho, para preguntarnos si tenemos por aliados a nuestra conciencia y al Espíritu Santo...
¿Quién es Jesucristo para nosotros? ¿Quién es Jesucristo para mí?
¡Hasta da cierto temor el responder! Según sea nuestra respuesta ha de ser nuestra vida. San Pablo tenía experiencia de haber sido alcanzado por Cristo, por eso podía decir: “yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en El” Filp. 3,8-9a
Poder explicar correctamente la unión hipostática es una maravilla, creerla sobrepasa la maravilla anterior; pero vivirla, es decir, saberme “alcanzado” por Jesús, injertado a Él y ordenar todo en la vida para llegar a la meta que es la unión esponsal: ¡Yo en Él y Él en mí!, esto es haber encontrado la perla preciosa por la cual vale la pena venderlo todo para comprarla. Curiosamente en este gran negocio nuestro mejor aliado es Jesucristo con su Espíritu Santo.
Él es…
el amigo que nunca falla y que siempre está a nuestro lado,
la luz que ilumina el camino,
el agua viva que calma la sed de amor, de comprensión,
la puerta por donde puedo vislumbrar la Trinidad y lo hermosa que puede llegar a ser la comunión con los que vivimos,
la roca firme en la que me refugio y sostengo en los momentos difíciles,
el buen samaritano que venda mis heridas,
el médico que cura mis males,
el pastor que me llama por mi nombre y me guía hacia un destino glorioso,
el que está a la puerta y llama, cuando me alejo de él,
el que me ama tanto que fue capaz de dar su vida por mí,
el que vive para interceder por mí ante el Padre…
Él es el que siempre está a nuestro lado, el que al aceptar la dinámica de la encarnación aceptó unirse, “aliarse” con cada uno de los que creó para ser camino y compañero de camino en el viaje de la vida. ¡Optar por la perla preciosa que es la esponsalidad con Jesucristo es haber empezado a ser feliz!