Dic
Evangelio del día
“ Cimentado sobre la Roca, mantiene la paz ”
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 26, 1-6
Aquel día, se cantará este canto en la tierra de Judá:
«Tenemos una ciudad fuerte,
ha puesto para salvarla murallas y baluartes.
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,
que observa la lealtad;
su ánimo está firme y mantiene la paz,
porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor,
porque el Señor es la Roca perpetua.
Doblegó a los habitantes de la altura,
a la ciudad elevada;
la abatirá, la abatirá
hasta el suelo, hasta tocar el polvo.
La pisarán los pies, los pies del oprimido,
los pasos de los pobres».
Salmo de hoy
Salmo 117, 1 y 8-9. 19-21. 25-27a R/. Bendito el que viene en nombre del Señor
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.
Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mí salvación. R/.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
Reflexión del Evangelio de hoy
“Abrid las puertas”.
El profeta nos presenta hoy la ciudad de Jerusalén como la ciudad que Dios ha fundado, que sirve de refugio a los justos, al pueblo que vive en fidelidad.
También podemos identificar esta ciudad con el mismo Dios y con su ley; en la antífona de entrada rezamos: “todos tus mandatos son estables”. Dios y su ley son nuestra ciudad, nuestra herencia, la alegría de nuestro corazón.
El pueblo justo que habita en esta ciudad no es un pueblo justificado por sus propios méritos, ha sido justificado por Otro. De ahí que también se nos diga hoy: Abrid las puertas para que puedan entrar los pobres, los humildes, los débiles, todos aquellos que el Señor ha venido a buscar y salvar. Es una invitación a no cerrar nuestro corazón, a no ser inaccesibles, sino mantenerlo abierto para poder entrar a dar gracias al Señor, para que también puedan entrar todos los destinados a la salvación. Nuestros mandatos son mandatos de vida, no muros que esclavizan y separan.
“Cimentado sobre la Roca, mantiene la paz”.
Terminando el Sermón de la montaña, después de que Jesús ha enseñado a los discípulos cómo orar al Padre, nos dice quiénes son los verdaderos discípulos.
¿Quiénes? No los que escuchan y se olvidan, sino los que ponen en práctica estos mandatos estables del Señor. Estos discípulos tienen su corazón cimentado en la Roca, confían siempre en el Señor que es una Roca eterna.
Tres actitudes les caracterizan:
1. No tienen miedo, porque viven desapegados de todo, ya que su seguridad está en la Roca firme que es Dios.
2. Viven con ecuanimidad, que es el fruto de haber expulsado el temor de nuestra vida. Es lo que nos dice muy acertadamente el Maestro Eckhart: “Estate tranquilo y no huyas del vacío, mientras tengas tu rostro fijo en Dios, todas las cosas se convertirán en Dios”.
3. La paz les acompaña: porque sólo la persona para quien Dios está en todas las cosas, conoce la paz.
Estamos invitados, si queremos ser verdaderos discípulos, a vivir sobre la Roca, firmes sobre lo Eterno. Así podremos exclamar con el Salmista: “Sólo en Dios descansa mi alma”.