Dic
Evangelio del día
“ Comieron todos hasta saciarse ”
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 25, 6-10a
En aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo —lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor».
Salmo de hoy
Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
“Este es nuestro Dios de quien esperábamos la salvación”
En el pasaje de hoy, Isaías anuncia la celebración de un banquete para el final de los tiempos, que tendrá lugar en el monte Sión y en el que Dios, presentado como rey oriental, reparte sus mejores dones con abundancia, de modo que todos queden satisfechos.
En Oriente y en la Biblia el banquete es un rito de entronización real, al que sólo son invitados los aliados y amigos. Dios ofrece este banquete de alianza no solo a su pueblo sino a todos los pueblos de la tierra.
En la antigüedad, durante el banquete el anfitrión reparte regalos a los invitados. También Dios regala, en primer lugar su manifestación a los pueblos que antes caminaban como ciegos, este gesto representa una invitación a la amistad, basada en el conocimiento y la contemplación. Nada puede ser mayor que la relación con Dios en cercanía, que es la fuente de todo bien. Luego le sigue otro don: aniquilará la muerte; y después promete que enjugará las lágrimas de todos los rostros, consolará a todos su dolor.
Por fin, La comunidad entera entona un cántico de victoria al Señor sobre sus enemigos, representado en el pueblo de Moab, que en la historia de Israel simboliza todo lo que causa tristeza y dolor. Es la ‘mano’ poderosa del Dios de los ejércitos (en hebreo: Yahvé Sebaot’) que combate contra mil manos enemigas en cada batalla. Los factores generadores del hambre, del dolor, de la muerte y de la tristeza de la gente son muchos, pero no son más poderosos que Dios.
Dios viene al encuentro de las esperanzas humanas, y va mucho más allá de lo que cabría esperar.
Este texto, en definitiva, es una invitación a vivir la alegría de la esperanza en la promesa de Dios, que colmará los anhelos más profundos del ser humano.
"Siento compasión de la gente"
El evangelio de hoy nos habla de una muchedumbre que acude a Jesús presentándole sus necesidades. Y el Señor, misericordioso, cura a los enfermos que se le acercan. San Mateo, en el capítulo anterior nos presentaba a Jesús viajando a tierra extranjera, ello hace pensar que la multitud que le sigue en esta ocasión pertenecía al mundo pagano. Así subraya el evangelista la misericordia de Dios que se dirige a todos los pueblos.
Jesús se percata del hambre de sus oyentes, que llevaban ya tres días junto a él, cosa que a los discípulos les había pasado inadvertido. Por eso Jesús les llama para hacerles participar de su visión compasiva con los pobres y necesitados, y luego actúa: Multiplica milagrosamente unos pocos panes y algunos peces, y pide a sus discípulos que lo repartan.
Jesús reparte el alimento con gran generosidad: “Y comieron todos y quedaron satisfechos”.
Jesús no queda indiferente ante nuestros problemas y necesidades, tanto los grandes como los pequeños de cada día. Y el Señor nos da con generosidad, como a la multitud que aparece en este pasaje evangélico, para que no desfallezcamos en el camino.
Entonces el Señor ofreció pan para alimentar el cuerpo, hoy nos ofrece el Pan eucarístico. Y en La Eucaristía, Él se hace don. Como decía el Papa Francisco: “Jesús … se da a nosotros en la Eucaristía, comparte nuestro mismo camino, es más, se hace alimento, el verdadero alimento que sostiene nuestra vida también en los momentos en los que el camino se hace duro, los obstáculos ralentizan nuestros pasos.
Y en la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, el del servicio, el de compartir, el del don, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si se comparte, se convierte en riqueza, porque el poder de Dios, que es el del amor, desciende sobre nuestra pobreza para transformarla.”
Contemplar la generosidad del Señor nos debe disponer para acoger las gracias que derrama sobre nosotros cada día. Y ver cómo reparte sus dones también nos debe llenar de esperanza.