Mar
6
Feb
2018
¿Es posible que Dios habite en la tierra?

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes 8, 22-23. 27-30

En aquellos días, Salomón se puso en pie ante el altar del Señor frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo:
«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón.

¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he erigido!

Inclínate a la plegaria y a la súplica de tu siervo, Señor, Dios mío. Escucha el clamor y la oración que tu siervo entona hoy en tu presencia. Que día y noche tus ojos se hallen abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que declaraste: “Allí estará mi Nombre”. Atiende la plegaría que tu servidor entona en este lugar. Escucha la súplica que tu siervo y tu pueblo Israel entonen en este lugar. Escucha tú, desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona».

Salmo de hoy

Salmo 83, 3. 4. 5 y 10. 11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fíjate, oh, Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».

Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Es posible que Dios habite en la tierra?

...se pregunta Salomón en la lectura de este día.  “¿Es posible que Dios esté en nuestra historia?”, podíamos preguntarnos precisando esa presencia. A veces llamamos a Dios, como “señor de la historia”. ¿Desde dónde es Señor? ¿Lo es de verdad? ¿Podríamos entonces responsabilizar a Dios de nuestra historia, como Señor de ella? Nuestra fe dice que Dios se ha bajado a la tierra e introducido en nuestra historia al asumir la condición humana en Jesús. Su presencia fue histórica, pisó nuestros caminos, convivió con nosotros,  y se expuso a nuestra historia, la que fabrica nuestra libertad. Y como toda presencia histórica terminó con la muerte. Nada de eso podía prever ni imaginar Salomón. Fuera de la historia su ser, ¿ya no tiene que ver nada con nuestra historia? Jesús dijo: “Estaré con vosotros hasta la consumación de los tiempos”. Ahora bien, una cosa es hacerse presente en nuestra historia y otra que le reconozcamos.  “Vino a los suyos y los suyos no le reconocieron”, leemos en el prólogo del evangelio de San Juan. No fue reconocido en su tiempo. ¿Hoy? No pocas veces nos olvidamos, también a los cristianos, de que sigue con nosotros, no contamos mucho con él. No le situamos en nuestro vivir como referencia de cómo hemos de orientar y vivir nuestra historia; cómo hemos de hacer vida –historia nuestra- su palabra-“que no pasará”, dijo él. A veces el dios que se introduce  en nuestra historia es un dios falso. No refleja su ser, sino lo que quieren intereses del ser humano. Jesús lo denuncia en el evangelio. Denuncia  a “fariseos y algunos letrados”, que su dios es un dios que dicta asuntos de protocolo, en este caso, religioso, y no el Dios de los mandamientos. Un Dios de ritos y no un Dios de la vida de cada día. Un Dios que apoya los intereses económicos, dándoles un carácter religioso, -servicio al templo- , con olvido de afectos esenciales al ser humano como el amor, y ayuda agradecida a los padres. Dios está en nuestra historia. Hace falta reconocerlo. No manipularlo. Y hacerle referencia de cómo ir construyendo esa historia nuestra.