Feb
Evangelio del día
“ Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi. ”
Primera lectura
Lectura del primer libro de los Reyes 8, 22-23. 27-30
En aquellos días, Salomón se puso en pie ante el altar del Señor frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo:
«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón.
¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he erigido!
Inclínate a la plegaria y a la súplica de tu siervo, Señor, Dios mío. Escucha el clamor y la oración que tu siervo entona hoy en tu presencia. Que día y noche tus ojos se hallen abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que declaraste: “Allí estará mi Nombre”. Atiende la plegaría que tu servidor entona en este lugar. Escucha la súplica que tu siervo y tu pueblo Israel entonen en este lugar. Escucha tú, desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona».
Salmo de hoy
Salmo 83, 3. 4. 5 y 10. 11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fíjate, oh, Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido. R/.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».
Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».
Reflexión del Evangelio de hoy
“Escucha la súplica de tu pueblo Israel”
La Palabra de Dios nos conduce a la oración: contemplamos al rey Salomón que ha terminado la construcción del templo orando ante el Señor, recordando la fidelidad del Dios de la Alianza, sellada con su pueblo por medio de Moisés, y la obligación del hombre de caminar con rectitud de corazón en cumplimiento de la misma.
Salomón está presentando a Dios el templo que le ha construido reconociendo que, a pesar de su magnificencia, no es digna morada de quien “no cabe en lo alto de los cielos”. ¿Cómo va a caber en un templo hecho por manos humanas? No obstante suplica al Señor que venga a tomar posesión de él, y que escuche las súplicas que elevarán los israelitas desde aquel santo lugar. También le pide que el cetro de David no salga de su familia, según la promesa que Dios hizo por boca de los profetas.
Aprendamos a orar. La confianza nace de la fe en la bondad de Dios y de su fidelidad, pero tiene una exigencia: nuestra respuesta fiel a sus mandatos. Orar al Padre debe ser, en primer lugar, buscar siempre el cumplimiento de su voluntad. Si nos acercamos a Él con un corazón limpio, Él nos acogerá y vendrá a tomar posesión de nuestro pobre corazón, morará en el, seremos su templo.
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi.”
En la vida vemos a mucha gente que no hace más que fijarse en lo que hacen los otros, no para aprender, sino para criticar.
Hoy encontramos, en la lectura, esa misma actitud. Los fariseos y maestros de la ley se acercan a observar a Jesús para criticarlo porque sus discípulos no cumplen las normas de lavarse las manos antes de comer.
Jesús les sale al paso: la Alianza que Dios hizo con su pueblo, por medio de Moisés, contiene diez mandamientos, pero los maestros de la Ley, al querer interpretarla, han añadido tal cantidad de normas sin importancia que les ha llevado, algunas veces, a olvidar o tergiversar lo esencial de la Ley. Jesús escoge un ejemplo sobre el cuarto mandamiento que ordena honrar al padre y a la madre. Sin embargo, según sus normas, si uno ofrece cuanto tiene al templo, queda exento de la obligación de atender a los padres. El ofrecimiento de los bienes al templo invalidaba el cuarto mandamiento. Jesús denuncia su hipocresía con palabras del profeta Isaías: ”Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”.
Aprendamos a no juzgar a los demás ligeramente, a ver las cosas con ojos limpios, con corazón sencillo, para poder responder con fidelidad al cumplimiento de la Alianza Nueva, sellada con la sangre de Cristo.