Mar
8
Feb
2022
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes 8, 22-23. 27-30

En aquellos días, Salomón se puso en pie ante el altar del Señor frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo:
«Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón.

¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he erigido!

Inclínate a la plegaria y a la súplica de tu siervo, Señor, Dios mío. Escucha el clamor y la oración que tu siervo entona hoy en tu presencia. Que día y noche tus ojos se hallen abiertos hacia este templo, hacia este lugar del que declaraste: “Allí estará mi Nombre”. Atiende la plegaría que tu servidor entona en este lugar. Escucha la súplica que tu siervo y tu pueblo Israel entonen en este lugar. Escucha tú, desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona».

Salmo de hoy

Salmo 83, 3. 4. 5 y 10. 11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Fíjate, oh, Dios, escudo nuestro,
mira el rostro de tu Ungido. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».

Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Pero ¿acaso puede habitar Dios en la tierra?

Todas las religiones dan importancia al lugar sagrado, lugar de oración y de encuentro con la divinidad. Los judíos tuvieron, durante el tiempo de su peregrinación por el desierto, su «tienda del encuentro». El rey David, al afianzar su reinado quiso construir a su Dios-Yahvé un templo donde colocar el Arca de la Alianza, sin embargo Dios tenía otros planes. “Sera tu hijo quién me lo construya” y Salomón pudo realizar esta promesa.

En la 1ª lectura se ha hecho una selección de una profunda y hermosa oración (en el libro de Reyes viene bastante más larga), ofrecida por el rey en la consagración del templo.

Contemplemos la estampa del joven rey Salomón, impresiona su fuerza y coraje, situado delante del altar de Dios y  delante de su pueblo, elevando sus brazos hacia el cielo expresa en alta voz, una solemne oración en nombre de todo un pueblo que se sabe propiedad de Dios. Da gracias a Dios por su fidelidad, por no romper nunca la alianza con “su” pueblo.

Reconoce que Dios no necesita templo ni puede quedar encerrado en él, y sin embargo hoy consagra este lugar para facilitar el encuentro con el ser humano, extrañado “de que Dios pueda habitar en la tierra”. El templo es más por nosotros que por Dios

Salomón es consciente de la transcendencia de su Dios, de su grandeza, está fuera de nuestra misma comprensión, y al mismo tiempo le siente como el Dios cercano, compasivo, que escucha la pequeñez de su siervo, y que por ello escuchará también a cuantos le busquen con sincero corazón en este lugar. Esta es la súplica reiterada con la que Salomón termina su oración: “y ten tus ojos noche y día abiertos sobre este templo” (v 29ª) “¡Escúchalas desde el cielo, atiéndelas y perdona”! (v30) Vivir orando así, acorta la distancia y se van estrechando los lazos entre Dios y el pueblo, entre Dios y la humanidad. Los cristianos tenemos la posibilidad de vivir una mayor cercanía, desde que el Padre envió al Hijo para ser salvados en Él y por Él.

¡Qué bien saben anular el mandamiento de Dios…!

El evangelio de hoy habla de las costumbres religiosas del tiempo de Jesús y de cómo los fariseos enseñaban estas costumbres a la gente. Algunos maestros de la ley ven como la gente rodea y escuchan las enseñanzas de Jesús, estos ya se han posicionado como adversarios, sin embargo no se atreven a manifestarlo frontalmente y le abordan analizando  las normas de conducta que manifiestan sus discípulos. Jesús aprovecha esta ocasión  dando una enseñanza en autenticidad: ¡La verdad está en el interior del ser humano!, no solo en el cumplimiento externo.

Con ello nos enseña que en la vida hay cosas esenciales y cosas segundarias, y que a veces éstas nos pueden desviar de lo que es verdaderamente importante. Cierto que lo que llevamos en nuestro interior se va a manifestar en gestos externos. Y en la vida está bien que practiquemos normas, ritos, ceremonias, costumbres…etc, que nos vienen de la tradición y que de alguna forma nos liberan y nos dan seguridad. Pero, tenemos que preguntarnos: ¿es eso que hago y así lo más importante en mi vida? ¿Soy coherente en mi forma de actuar?

En ocasiones podemos olvidarnos de las cosas esenciales enredándonos y desviando nuestra atención a las cosas segundarias; incluso a veces llegamos a convertir lo segundario en fundamental. Es un peligro que no podemos desconocer y que no estamos exentos de caer en él, aunque nos llamemos cristianos. Jesús es bien consciente de este peligro, y en este evangelio lo denuncia y es una llamada a cada uno de nosotros. No podemos vivir una fe desligada de la vida de los demás, ni lo contrario tampoco. ¿Qué nos criticaría hoy Jesús a nosotros? ¿y a nuestras comunidades cristianas?