Lun
9
Ago
2021
Las que estaban preparadas entraron

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas 2, 16b. 17de. 21-22

Esto dice el Señor:
«Yo la llevo al desierto, le hablo al corazón.
Allí responderá como en los días de su juventud,
como el día de su salida de Egipto.

Me desposaré contigo para siempre,
me desposaré contigo
en justicia y en derecho,
en misericordia y en ternura,
me desposaré contigo en fidelidad
y conocerás al Señor».

Salmo de hoy

Salmo 44 R/. Llega el Esposo; salid a recibir a Cristo, el Señor.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor R/.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R/.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres, tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron a encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.

Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.

El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó una voz: “¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”.

Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.

Y las necias dijeron a las sensatas:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.

Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.

Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.

Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”.

Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora»

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

…Le hablaré al corazón

En relación al profeta Oseas voy a exponer dos datos. El primero: la vida del profeta es un símbolo de la acción de Dios con su pueblo. Lo que a Oseas le pasa con la mujer que ama, a Dios le pasa con su pueblo. El segundo dato: Oseas denuncia como el Pueblo se olvida de la alianza que tiene con Dios y busca vivir con otros dioses. El pueblo se ha vuelto infiel.

Si tenemos en cuenta el capítulo 1 y 2 del libro de Oseas, nos encontramos con un Dios enfadado. El pueblo que ha sacado de la esclavitud, el pueblo con el que ha caminado por el desierto, el pueblo al que ha cuidado y ha alimentado… ese pueblo se ha olvidado de Él y se ha ido con otros dioses, ha buscado otros amantes. En medio de este enfado que Dios expresa a través de Oseas, se sitúa nuestro texto.

Con estas premisas, me impresiona encontrarme ante el texto que la liturgia de hoy nos propone. ¿Podríamos decir que se nos enseña cómo perdonar? Que tal vez Dios, a través de la vida de Oseas, y teniendo en cuenta que el adulterio se penalizaba con la muerte, ¿propone un ejemplo de perdón, ante el adulterio o infidelidad de su mujer?

Todo es posible, pero llegadas a este punto, volvamos a leer el texto. Dios se presenta como el amante que sabe que el amor necesita ser cuidado. Es aquí donde nos encontramos a un Dios que nos invita al desierto, como el lugar del encuentro, como el lugar donde no es posible esconderse; que nos mima; que nos seduce, una y otra vez; que nos recuerda que está siempre caminando a nuestro lado; que mantiene su fidelidad. Un Dios que sufre y se enfada cuando lo olvidamos, pero que no puede dejar de amarnos, que nos habla al corazón y nos habita por dentro. Un Dios que se compromete con cada persona, siempre y en cada momento. Un Dios que no se cansa y nos enseña a amar.

La respuesta necesaria

Al leer el evangelio y tal vez, tengamos la impresión de estar en el segundo capítulo de la película.

No olvidemos donde nos ha situado el profeta Oseas. Dios quiere volver a seducir y enamorar a su pueblo. Pero como en toda relación, es necesario recibir una respuesta o dar una respuesta. Dios necesita saber cuál es nuestro movimiento ante su llamada al desierto, ante su deseo de amarnos.

Pues bien, el evangelio nos plantea una escena de la cual podemos extraer algunos detalles que nos ayuden a saber dónde estoy o a decidir dónde y cómo quiero estar. Nos presenta a un grupo de mujeres, cada una con su lámpara.

La luz es personal y no es traspasable, cada una tiene la luz que tiene y necesita cuidarla. Nadie puede cuidarla por ti, es tu luz. ¿Qué hacemos cada una con la luz? Esa es nuestra decisión. Podemos mantener nuestra lámpara limpia, cuidando que esté siempre encendida, esperar el momento conveniente mientras nos dedicamos a otras cosas…

También las mujeres del evangelio necesitan salir al encuentro del amado, prepararse para seducir y dejarse seducir por Dios. Son mujeres activas que hacen uso de su libertad, no solamente esperan, también deciden cómo quieren esperar. Es la libertad con la que Dios nos ha creado.

Nos encontramos ante un grupo de mujeres. Los creyentes también nos reunimos en grupo, en comunidad, para hablar de Dios, para comentar como es nuestra experiencia de relación con Él... Nos ayudamos a ver, pero el camino de encuentro es personal, nadie puede andarlo por mí. Podemos compartir la experiencia, pero ésta es diferente para cada persona.

Todas las mujeres estaban dormidas. Esto tranquiliza mucho ya que no es necesario estar siempre en vela, pero sí estar preparadas. Utilizando otro lenguaje, podríamos decir que es necesario saber amar y por lo tanto anhelar el momento en el que seamos llamadas al desierto (entendido éste de muchas formas).

A esto se parece el Reino de Dios: a personas capaces de amar, puestas en camino para encontrarse con el amado y alumbradas-habitadas por el Espíritu.