Vie
1
Ene
2010

Homilía Santa María Madre de Dios

Meditaba estas cosas en su corazón

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Meditaba estas cosas en su corazón”

Celebramos hoy la fiesta de María, Madre de Dios. Lo que ya reconocía y vivía el pueblo llano-cristiano, el Concilio de Éfeso (431), lo proclamó solemnemente como una verdad cristiana. El razonamiento es bien sencillo. Si Jesús es hombre y es Dios, María, su Madre, es Madre de Dios.

Podemos sospechar, con buen fundamento, que María necesitó tiempo para asimilar su maternidad divina. Fue poco a poco calando y viviendo esta verdad. Estaba ante un gran misterio, y todo lo que rodeó el nacimiento de Jesús no parecía indicar que fuese el nacimiento humano de Dios. Para empezar, no encontraron sitio ni en la posada del pueblo, y todo un Dios tuvo que nacer en una cuadra, no en un palacio real. Los pastores encontraron al niño “acostado en el pesebre”. El Todopoderoso, el Soberano Dios, cuando se hace hombre, nace rodeado de debilidad, pasa sus primeras horas en un pesebre. Dios no elige para ser madre de su hijo a una mujer de familia muy acomodada, digamos de la alta sociedad, elige una sencilla joven de una aldea perdida de Galilea. No es de extrañar que María, ante estas aparentes contradicciones, ante estos chocantes acontecimientos, como dice el evangelio de hoy “conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Creo que es una frase que las buenas madres entendéis a la mil maravillas. ¡Cuántas veces ante antes vuestros hijos, ante lo que hacen, lo que viven, ante sus idas y venidas, ante su actuación con vosotras… hacéis lo mismo que María ante su hijo y “conserváis todas estas cosas, meditándolas en vuestros corazones”!

María está a gusto con que la veneremos, y acudamos a ella porque es también nuestra Madre. Al acudir a ella nos brinda una ilusión, su misma ilusión. Desde que Dios le ofreció ser madre de su Hijo, y ella aceptó, su gran ilusión fue dejar nacer en sus entrañas a Jesús. Salvando las distancias, nos pide que también nosotros dejemos nacer a su Hijo Jesús en nosotros. En esto consiste ser cristiano. San Pablo nos habla en todas sus cartas de que el cristiano es el que vive un “vida nueva”. Esta vida nueva proviene de dejar nacer a Cristo en nuestros corazones, para que tengamos sus mismos sentimientos, sus mismas ideas, sus mismos proyectos, sus mismos anhelos, sus mismos amores, su mismo futuro… María nos pide que realicemos en nosotros el proceso de cristificación, de parecernos cada día más a Cristo su hijo, porque sabe que vivir como Cristo vivió es la mejor manera de vivir la vida humana. Acojamos la ilusión que María nos brinda. No matemos esta ilusión. Ya está bien de matar ilusiones. Que podamos decir: “Ya no soy yo quien vive es Cristo quien vive en mí”. María es la Madre de Dios. También por nosotros corre sangre divina, la vida divina, por eso, somos “hijos de Dios”.

  • Trabajar por la paz

Hoy es la jornada por la paz. La verdad es que la paz en nuestro mundo sigue estando muy amenazada. No tenemos más que abrir el periódico nuestro de cada día que nos recuerda las guerras declaradas y las calladas que pueblan nuestro planeta. Los robos, asaltos, muertes, peleas callejeras, han aumentado considerablemente en muchas ciudades. Sin embargo, el deseo de paz continúa siendo universal. Cuando hablamos de paz mundial quedamos desbordados y nos preguntamos qué podemos hacer personalmente para que la paz reine en el mundo. Una propuesta mucho más modesta. Se refiere a lo que podemos hacer cada uno de nosotros en nuestra familia, en nuestra comunidad, en el lugar de nuestro trabajo. Como alguien ha dicho, lo que podemos hacer es, entre otras muchas cosas, “no emponzoñar el aire que otros han de respirar”. Esto sí está a nuestro alcance. No cargar el ambiente que respiramos en nuestra casa, en nuestro lugar de trabajo, allí donde vayamos, con nuestros pesimismos, nuestras agresividades, nuestros escepticismos, nuestras caras largas y hoscas, nuestros silencios indebidos… porque cargamos el aire que otros han de respirar, llenamos así nuestro ambiente de dinamita y puede que estalle en peleas verbales o físicas, en enfados prolongados, en roturas familiares o de amistades… Jesús, el hijo de María, el Hijo de Dios, nunca pronunció textualmente la frase que os acabo de indicar, pero sí otras muchas donde nos pedía cargar el ambiente de amor y no de todo lo contrario. “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. La paz es fruto de la justicia y el amor. Pongamos justicia y amor en nuestra vida y a nuestro alrededor. Eso sí está a nuestro alcance. “No emponzoñemos el aire que otros han de respirar”.

De verdad y no con fórmulas huecas, por ser el primer día del año, nos deseamos  un feliz año nuevo. En cristiano es lo mismo que desearnos que sigamos viviendo en amistad con Cristo, que cada vez le dejemos más hueco en nuestros corazones, con todo lo que esto lleva consigo. Que en 2010 hagamos respirar mejor, con más alegría y emoción, a todas las personas que se acerquen a nosotros.

María, como además de ser la Madre de Dios, es nuestra Madre, nos ayudará en esta comprometida tarea de dejar nacer a Jesús en nuestro corazón, que es la mejor manera de hacer el mundo más habitable y más fraterno allí donde nos encontremos.