Ene
Homilía Santa María, Madre de Dios
“ María da vida y vive para Jesús ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Nota: Es conveniente insistir en que celebramos la fiesta más importante de todo el año en honor de la Santísima Virgen María: su Maternidad divina. Está muy adecuadamente introducida en el marco del Nacimiento de su Hijo. Insistir igualmente que todos los dones que ha recibido María están orientados a este don principal y central. Toda la vida de María está al servicio y orientada a Jesús y a su misión. Conviene recordar que es el día o jornada especialmente consagrada a esta realidad tan necesaria en nuestro mundo.
Primera lectura: (Números 6,22-27)
Marco: Es una bendición solemne que Dios, a través de Moisés, transmite a Aarón y sus hijos para que la impartan al pueblo. El nombre divino, tres veces invocado, asegura a Israel la presencia del Dios que protege.
Reflexiones
1ª) ¡Abundancia de la bendición de Dios!
El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. Esta primera lectura, centrada en la bendición, orienta la reflexión hacia una realidad muy importante en la tradición bíblica. La bendición, eficaz por sí misma, es entendida como una realidad dinámica y eficaz. Es un tesoro que los patriarcas reciben de Dios. Dios bendijo a nuestros primeros padres (Gn 3), bendijo a Abraham y en él serían benditas todas las naciones (Gn 12). Y esta misma bendición la han de transmitir a la hora de la muerte a los primogénitos como una herencia, como parte central del testamento (Gn 27). Resume todos los bienes y favores que Dios concede a los hombres. La bendición recordará siempre a su pueblo la benevolencia de Dios hacia él. Iluminar el rostro sobre alguien es conceder su benevolencia y la seguridad de su presencia y protección. Para el creyente, Cristo mismo es la bendición. Por tanto, tienen la tarea de llevar al mundo la seguridad del favor divino. Y, en consecuencia, orientar la vida positivamente, con entusiasmo y esperanza.
2ª) ¡Necesitamos el don de la paz!
El Señor se fije en ti y te conceda la paz. La bendición tiene otro elemento importante: es la garantía de la paz de parte de Dios a los hombres. Recordamos que la paz es el resumen de todos los bienes salvíficos que Dios concede a los hombres, y de ella fluye la paz entre los hombres. Una y otra vez aparecen en la Escritura este deseo de paz y la necesidad de la paz. En este momento se conjuntan la bendición y paz. A la vez que la paz está estrechamente relacionada con la promesa hecha por Dios a los hombres. Ya hemos predicado el día de Navidad de este precioso don de la paz, porque era el canto de los ángeles en la aparición reveladora a los pastores. Hoy, que civilmente comenzamos un nuevo año, es necesario pedir a Dios su bendición que cuaja especialmente en la paz. Y unirnos a toda la Iglesia, y a todos los hombres de buena voluntad, que oran por la paz de un modo especial, ya que hoy es la jornada por la paz del mundo, comenzando por promover la paz en los ámbitos en que se desarrolla nuestra vida.
Segunda lectura: (Gálatas 4,4-7)
Marco: Este fragmento forma parte del conjunto de la carta que se ocupa de la salvación que nos llega por la fe. En la plenitud de los tiempos, Dios cumple su plan y proyecto expresados en la Palabra. El fruto y la expresión principal de esta salvación es la filiación divina.
Reflexiones
1ª) ¡Dios se hace presente en la historia en su Hijo para revelar a los hombres que son hijos por adopción!
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer... para que recibiéramos el ser hijos por adopción. El pensamiento de Pablo se concentra en la filiación divina. Para conseguirla no es suficiente la observancia de la ley. Era necesario que el propio Hijo de Dios se hiciera hombre para hacernos a todos hijos de Dios por adopción. La Encarnación tendrá como finalidad conseguir para los hombres este don desbordante y totalmente gratuito. Jesús, el Salvador, nació de una mujer, es decir, fue realmente hombre. Pablo no dice expresamente el nombre de María. Ha sorprendido siempre que en todos los escritos paulinos no aparezca el nombre de María. Pero afirma de ella el privilegio y la actuación principal: ser madre de aquel por el cual recibimos el inapreciable don de la filiación. Todos recibimos el don gratuito de la filiación por medio de Jesús, Hijo de Dios y de María. Hoy que proclamamos la maternidad divina de María es una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra igualdad de hermanos. Es necesario que los creyentes proclamen ante el mundo que para Dios somos todos muy importantes, iguales y realmente hermanos. Y que esto conlleva un serio compromiso y responsabilidad.
2ª) ¡Consuelo y seguridad en el Espíritu Santo que nos garantiza la libertad. Herederos de Dios!
Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá! Padre. Ya no eres esclavo sino hijo. Y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Escuchamos en el relato evangélico (prólogo del evangelio de San Juan) del Día de Navidad: los que reciben la palabra adquieren el poder-derecho de ser hijos de Dios. Y el propio Juan nos recuerda en otra parte de su evangelio: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará libres... El esclavo no permanece para siempre en la casa, mientras que el hijo sí. Por eso, si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres (Jn 8,31-36). Este es el fruto y la consecuencia más importante de la Navidad. El hombre puede con todo derecho dirigirse a Dios como Padre. Pero esta experiencia es inseparable de la presencia y la actuación del Espíritu. Con Él y sólo con Él podemos experimentar y manifestar nuestra conciencia de filiación divina. Crea una relación de entrañable confianza filial. Más tarde, en su ministerio, Jesús nos enseñará a tratar y dirigirnos a Dios con el mismo título y del mismo modo que lo hacía Él. Los hombres necesitan que les descubramos el verdadero rostro de Dios. Dios no es "un algo" que está allá arriba, como muchas gentes piensan y opinan; ni un Dios justiciero, insensible y ajeno a las preocupaciones y problemas de los hombres. Nuestro Dios es cercano, entrañable, lleno y desbordante de noble y serena ternura. Encontrar el verdadero rostro de Dios es urgente.
Evangelio: (Lucas 2,16-21)
Marco: El relato recuerda la vuelta de los pastores a sus majadas. Lo pastores cuentan por todas partes lo que han visto y oído causando la admiración de todos. Los pastores son un anticipo de la tarea evangelizadora de la Iglesia. María comienza su camino de meditación y búsqueda de sentido en la vida de Jesús que la caracterizará toda su vida.
Reflexiones
1ª) ¡Los primeros invitados: los pastores!
Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Todos se admiraban de lo que decían los pastores. Los pastores son los primeros que visitan a Jesús en Belén. Habían recibido una revelación de la identidad del Niño que retrotrae la revelación pascual de Jesús como Señor y Mesías (Hch 2,36). De los pastores se tenía entonces una opinión ambivalente y compleja: por una parte recuerdan y son símbolo de la ascendencia davídica (David era pastor y estaba pastoreando cuando fue elegido como rey de Judá y de Israel). Su misma presencia visualiza la descendencia davídica de Jesús. Pero a la vez eran sospechosos de conducta irregular. Eran marginados sociales en su época. Pues bien, esos pastores una vez encontrado a Jesús, se convierten en pregoneros de lo que han visto y oído. Son mensajeros y apóstoles de la Buena Noticia. Esa será la tarea fundamental de los Apóstoles y de la Iglesia. Por eso Lucas retrotrae a la infancia la experiencia pascual de la proclamación de Jesús. Los creyentes somos convocados a proclamar y pregonar por el mundo lo que hemos visto y oído en la experiencia sacramental, en la escucha de la palabra y en la experiencia personal. Sabemos que todo encuentro importante deja una huella imborrable en el espíritu y una urgencia irresistible de comunicarlo. la auténtica experiencia empuja a una sincera y convincente comunicación.
2ª) ¡Actividad meditativa y contemplativa de María!
Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Esta descripción de la actividad interior de María aparece todavía en otra ocasión: con motivo del encuentro de Jesús en el templo (Lc 2,51). Lucas utiliza dos verbos distintos: conservar y meditar (= rumiar, darle vueltas). El primero sugiere la acción de guardar celosamente un tesoro muy valioso en lugar seguro. Corazón significa en la antropología hebrea la intimidad de la persona: entendimiento, voluntad, sede de los sentimientos más nobles del hombre. Guardar celosamente en lo más íntimo de su persona es lo que hace María con todo lo que escucha y observa. Pero además "medita" (rumia y da vueltas) todos los acontecimiento y gestos que se producen alrededor de Jesús. Más tarde los mismos gestos y actitudes de Jesús serán el objeto de su labor de meditación. La misma expresión la encontramos en Génesis 37,11 al hablar de los sueños de José: Jacob meditaba todo esto. El significado correcto parece ser el de "dar vueltas" en el interior a fin de ordenar todos los elementos y encontrarles su sentido. Es la acción de quien quiere entrar y asimilar el misterio. María daba muchas vueltas para entrar en la comprensión de Jesús dada la riqueza de la personalidad del Hijo. Y es una labor que mantuvo toda su vida. Como Jacob, quiere encontrar el sentido de cuanto Jesús hace y dice. María es, madre y maestra, de los discípulos de Jesús inmersos en un mundo poco habituado a escuchar y, todavía menos, la palabra de Dios. Los creyentes han de responder a esta urgencia insustituible de escucha y de búsqueda de sentido en la personalidad de Jesús. Es la respuesta que el mundo necesita.
3ª) ¡Madre de Dios y discípula de Jesús!
Sabemos, por el relato de la anunciación, que María es llamada a cumplir la singular e irrepetible misión de ser la Madre de Dios (Lc 1,35). Es la misión y el don más altos que Dios le concedió. De este don arrancan todos los demás; todas las demás prerrogativas penden de esta central y fundamental. Pero también es necesario dirigir la mirada hacia su respuesta permanente y fiel. Lucas nos recuerda una breve pero entrañable escena del ministerio de Jesús: Una mujer de entre la multitud dijo en voz alta: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero Jesús dijo: Más bien dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 11,27-28). San Agustín comentaba: "Ciertamente, cumplió Santa María, con toda perfección, la voluntad del Padre, y, por eso, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo. Por esto María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno... De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la puso por obra; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo... Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno" (Sermón 25,7-8). María fue admirable por los dones recibidos de Dios y es imitable por su profundo y progresivo camino de fe. La verdadera relación con María se podría resumir en cuatro expresiones: conocerla cada vez mejor; imitarla cada vez con más fidelidad; amarla y dejarnos amar por ella con mayor intensidad; venerarla desde el corazón y los gestos visibles. Sólo en la conjunción de las cuatro actitudes estaremos en el camino correcto de nuestra relación con ella. La escucha de la palabra cuenta con una congratulación-bienaventuranza de Jesús. La alegría que proporciona la tarea de llevar la buena noticia no es fácilmente comparable con otras formas de alegría. También nuestro hermanos en la fe necesitan hoy profundizar y madurar sus verdaderas relaciones con María.
4ª) ¡Se llamará Jesús-Salvador-Dios con nosotros!
Y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. A los ocho días cumplen con Jesús un rito habitual entre los judíos desde Abrahán (Gn 15,23-27) como signo de la alianza de Dios con él. En adelante el signo de pertenencia al pueblo de Dios es la aceptación de las cláusulas de la alianza (especialmente del reconocimiento de Dios como único y sólo Dios) y el signo visible de la circuncisión. Y Jesús, que quiso ser uno de tantos y pasar por un hombre cualquiera (Flp 2,7) en todo menos en el pecado (Hb 4,15), comparte y se integra realmente en su pueblo el rito de la circuncisión. Pero en este marco, lo importante es que se le impone el nombre de Jesús como lo había indicado el ángel tanto en la anunciación a María (Lc 1,31) como en la anunciación a José (Mt 1,21). Y Mateo nos da la explicación: porque él salvará a su pueblo de los pecados. Es necesario que la Iglesia aparezca ante el mundo, mediante gestos y palabras, como la servidora de todos, al nivel de todos para llevar el mensaje de Jesús a todos. Nos cuesta mucho a los creyentes esta tarea testimonial. Jesús nos urge y nos indica que este es el camino más eficaz de evangelización. Pero va delante abriendo camino acompaña a los suyos invisible pero permanen-temente.