Dic
Homilía I Domingo de Adviento
Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)
“ Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el hijo del hombre ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
¿Quién vendrá?
Sin duda, el Hijo del hombre. Para el evangelista y para nosotros, este Hijo del hombre es el Jesús resucitado, que ahora vive glorioso entre nosotros. Entre él y el Jesús que vivió en Galilea hace dos mil años y que murió en la cruz no puede haber fisura, porque son el mismo. Por tanto, una primera conclusión es que las conductas y enseñanzas que caracterizaron al Jesús histórico, no pueden ser ahora en el Jesús resucitado las contrarias de aquéllas. Y las imágenes que nos narra el texto de Mateo difícilmente cuadran con la imagen compasiva de Jesús de Nazaret. «[Las zorras tienen] sus madrigueras y los pájaros [sus] nidos. El Hijo del hombre no tiene sitio para reclinar su cabeza y reposar». Evidentemente, a quienes hablaba este Hijo del hombre era a los pobres y a los desposeídos, con quienes se identificaba en su pobreza. El Hijo del hombre no es poderoso, sino compasivo.
Pero Dios, como sabemos los cristianos, se manifiesta en los marginados de nuestro mundo. «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel y no te asistimos? Cuando lo que hicisteis con uno de mis hermanos desvalidos, conmigo lo hicisteis». La atención a los que sufren hambre, desprecio, pobreza, ignorancia, marginación fue una constante en la vida de Jesús. Dios viene en los que padecen. Por tanto, los que hoy vienen a nuestro encuentro (ad–ventus = adviento) son las personas necesitadas. Ésas son, por decisión de Dios, el verdadero Hijo del hombre para nosotros.
¿Cuándo vendrá el Hijo del hombre?
El Hijo del Hombre viene a diario, como decimos, porque desde su resurrección está siempre presente entre nosotros. No hace falta esperar al fin de los tiempos. El apóstol Pablo corrobora esto en dos frases de la carta a los Romanos que hemos leído hoy. “Daos cuenta del momento en que vivís. Ya es hora de espabilarse, porque nuestra salvación está más cerca”.
Ahora bien, el Hijo del hombre que se va manifestando como salvador, sobre todo de los que no pintan nada, a lo largo de la historia lo hace en las peculiaridades de cada momento. Eso es lo que el concilio Vaticano II llamó “los signos de los tiempos”. Nos preguntamos entonces: ¿cuáles son las peculiaridades humanizadoras y deshumanizadoras del tiempo presente? El factor más profundo y el que explica a todos los demás, es el “modelo de ser humano” que tenemos actualmente, que asimilamos desde que nacemos y que condiciona nuestro ser y nuestro actuar. Este modo actual de ser humano se constituye fundamentalmente de valores económicos, biológicos y psíquicos. Éstos son el núcleo de nuestra vida y a los que todos seguimos y buscamos con ahínco. Los demás valores (del conocimiento, lúdicos, estéticos, sociales y políticos, religiosos y morales) están siendo transformados en su naturaleza y convirtiéndose en económicos y biopsíquicos; es decir, son tratados únicamente como mercancía y como gratificación biopsíquica. Tan es así, que la Gran Crisis que seguimos padeciendo en estos momentos en Europa no se refiere precisamente a valores cognitivos, estéticos, éticos, lúdicos, religiosos y sociopolíticos, sino a la pésima gestión de valores biopsíquicos y económicos (no se sabe por parte de quién). Las crisis de los otros valores, ni se perciben ni son tenidas en cuenta. Ahora bien –y esto es lo más importante para nosotros en este momento–, ¿cómo se manifiesta Dios en esta colonización y transformación biopsíquica y económica de nuestro modelo humano, de nuestro mundo? Pues en unos casos, como salvador, puesto que estos valores que forman el núcleo de nuestro modelo humano han generado en muchas personas grandes desarrollos humanos; en otros casos, Dios se manifiesta como juez que condena las enormes inhumanidades que produce en tantísimas personas nuestro actual modo de ser y de hacernos hombre.
¿Cómo vendrá el Hijo del hombre?
Jesús se manifestó como terapeuta, como sanador, en el caso de los pobres, los marginados, los desvalidos, los enfermos, los presos. Y también como juez con los ricos y poderosos. Hoy el modo en que muchos seres humanos padecen inhumanidades es diferente al que sufrieron en tiempos de Jesús sus contemporáneos. A denunciar, a paliar o a solucionar estas inhumanidades estamos llamados los cristianos, porque en ellas es donde está viniendo el Hijo del hombre.
¿Qué actitud debemos tener ante el Hijo del Hombre que viene sobre todo en los más desfavorecidos?
Estar alerta, en vela, preparados, vivir despiertos y vigilantes, muy atentos al Hijo del hombre que se manifiesta en los signos de nuestra época. ¿Por qué esta advertencia a la alerta? Seguramente porque en la comunidad a la que va dirigido el evangelio de Mateo los seguidores de Jesús no estaban vigilantes y preparados con una vida de discipulado fiel y activo. Eso nos puede pasar a nosotros. Uno se hace fácilmente el olvidadizo de las miserias que hay en el mundo y en nuestro entorno y miramos para otro lado o pasamos de largo. Los gemidos de los que sufren se nos hacen cada día más lejanos e imperceptibles. A los cristianos se nos apaga el fuego inicial de nuestra fe y fácilmente nos dormimos en la despreocupación. Por otra parte, hay que estar muy atentos a esta sociedad de consumo y al tipo de ser humano que reina en ella. No es fácil ver su enormes injusticias, porque todo lo que ella realiza se nos va haciendo “natural”, normal, con lo que se adormece nuestra capacidad crítica y rebelde contra las grandes y crueles inhumanidades que ella genera.
¿Por qué esperar al Hijo del hombre?
Porque, si queremos que las cosas marchen de otra manera en nuestra tierra, el modelo de ser hombre que Jesús inauguró es la solución que el Dios padre, justo y salvador nos da gratuitamente. Ya se ha demostrado que las soluciones que nos ofrecen los ricos y poderosos a través de nuestro modelo humano, basado en valores económicos y biopsíquicos, es cruel con muchas personas de nuestro mundo, porque las deja sumidas en el dolor, la pobreza y toda clase de sufrimientos. El Hijo del hombre se presenta como el modelo alternativo de ser humano. Las espadas y las lanzas –que eran hechas por la tecnología que había en tiempos de Isaías– estaban llamadas por el profeta a convertirse en arados y podaderas para la producción de alimentos. La poderosísima tecnología actual también está llamada por el Hijo del hombre a paliar el sufrimiento de los millones de seres humanos que ahora lo padecen, y no al enriquecimiento desorbitado de unos pocos, o a provocar guerras crueles en zonas ricas e indefensas del planeta.