Dom
1
Dic
2019

Homilía I Domingo de Adviento

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Cuando venga el Hijo del hombre

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

En tierra de guerra 

El drama de la violencia y los desastres de la guerra, con sus prolongadas consecuencias, han sido, y siguen siendo, una constante en la historia del pueblo de Israel, el pueblo en el que nació, creció, predicó y murió Jesús. La Biblia es un reflejo de ello; un ejemplo lo encontramos en los Libros de los Macabeos, como hemos tenido la oportunidad de comprobar en la lectura de las misas diarias en días pasados. Guerras civiles y contra otras naciones, violencias al interior de la sociedad, injusticias y abusos de los ricos y poderosos contra los pobres, corrupciones, manipulación de pesos y medidas, extorsiones, etc., todo un rosario de calamidades y hechos delincuenciales en los que, como siempre, los débiles y menesterosos son los que se llevan la peor parte.

Con este panorama de fondo, Israel hace una lectura religiosa, entre otros por medio visionarios y profetas, y provoca, al tiempo, el surgimiento de una teología de la esperanza centrada en un porvenir, en un tiempo distinto, nuevo, brillante y luminoso, en el que el sufrimiento, provocado por tanta maldad y devastación, conduzca a la novedad de un tiempo de concordia y armonía entre personas, pueblos y naciones, en los que reinen la paz, el derecho y la justicia. A la pesadilla de la guerra y la violencia ha de sucederle un tiempo nuevo donde ‘el buen vivir’ y la fraternidad local y universal sean las señas propias de identidad. Se trata de construir un mundo no utópico, sino posible.

La materia prima y el trabajo transformador del hombre sobre ella tienen que ser reorientadas y puestas al servicio de la paz y de la saludable convivencia. Los materiales e ingenio humano utilizados en la fabricación de armas y utensilios para la muerte y destrucción deben ser orientados hacia la producción de bienes que nos ayuden a mejorar la calidad de vida de todos, en particular la de los sectores sociales más dependientes y vulnerables, y hacerlo, además, de forma sostenible, de tal modo que no comprometamos el futuro ni la vida de las próximas generaciones.

El momento presente

El Papa Francisco en su escrito sobre el anuncio del Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo insiste en el rasgo de la alegría como pieza clave del anuncio evangélico: no es posible anunciar el Evangelio sino es desde el gozo y la alegría porque Jesús es la Buena Noticia. La alegría es quizá, junto a la esperanza, la clave del tiempo de Adviento ya que nos preparamos para rememorar a un recién nacido como Príncipe de la Paz. Allá donde hay vida, aunque sea débil, siempre hay alegría.

El objetivo de la evangelización es dar a conocer una Buena Noticia, comunicar el testimonio del paso de Dios por la historia personal de cada uno. Sin embargo, para que esa Buena Noticia sea creía por nuestros contemporáneos, a fin de que se despierte también en ellos la fe, ha de estar expresada en un lenguaje que sea comprensivo, tiene que ser entendida, tiene que ser cercana. Muchos de los que acuden a nuestras celebraciones se van frustrados de nuestras iglesias porque no nos entienden, usamos, muchas veces sin ser conscientes de ello, un lenguaje clericalizado, lejano de sus vidas y preocupaciones. Una muestra de ese real fracaso es la consabida expresión: ‘qué bien habla, pero no le he entendido nada’.

La cercanía de Jesús con sus contemporáneos comenzó por adoptar su lenguaje sencillo y realizar obras de misericordia y compasión. ¿Cómo podemos esperar que nuestros contemporáneos se conviertan al Evangelio para que desde la fe transformen el mundo, según las exigencias del Reino de Dios, si no nos comprenden? El reto que tenemos todos los cristianos, pero particularmente los ‘especialistas’ en lo sagrado, es el de realizar una gran adaptación a nuestro tiempo sin perder la fuerza carismática ni la fidelidad a la Palabra viva de Dios. Esto supone un gran esfuerzo y un enorme compromiso.

Lucidez y esperanza en la espera

El compromiso de evangelizar es un reto para cada generación según sus propias sensibilidades y exigencias culturales. Hemos de pedir constantemente al Espíritu Santo su asistencia para poder llevar a cabo la tarea de escuchar con lucidez y compasión los gritos y necesidades de nuestros contemporáneos y, sobre todo, el saber acompañarlos. Cada generación es portadora de preguntas que aguardan de nuestras respuestas. Pero, al menos desde el punto de vista cristiano, no todas las posibles respuestas son válidas. Hemos de encontrarlas entre todos dejando bien claro nuestra opción cristiana por la defensa de la vida.

Los nuevos tiempos que Dios Padre nos tiene reservados son aquellos que van construyendo los de que esperan la paz, practican la justicia, sostienen el derecho, viven la solidaridad, manifiestan la fraternidad universal, predican el amor y dan frutos de compasión y misericordia. Es creer que el mal puede ser vencido a fuerza del bien, es poner en práctica los valores que hacen reconocernos los unos en los otros y de necesitar unos de otros. Es acoger y abrazar la vida en esperanza de un recién nacido como el más grande regalo de Dios.

Creo que nuestra labor junto con los demás hombres no es hacer proselitismo sino construir, junto con los otros, un nuevo modelo de convivencia y desarrollo sostenible que supere: el individualismo, el egoísmo en las relaciones, la idolatría del dinero, el mercantilismo, que tanta esclavitud genera, el modelo de desarrollo tecnocrático y burocratizado que considera ilimitados los recursos naturales, la relación política nacional e internacional al servicio de los poderosos, el mercado del desecho y lo descartable, la visión antropológica del hombre fragmento y de la verdad relativa y aparente.

Frente a todo ello, como San Pablo nos ha recomendado, caminemos con la dignidad que le es propia al ser humano y que le viene por el simple hecho de ser persona y si somos cristianos vistámonos, al igual que Jesús, con palabras de aliento, gestos de bendición y obras de misericordia y compasión. Dios les bendiga y la Virgen les proteja.