Abr
Homilía Domingo de Resurrección
Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)
“ Sea nuestra alegría y nuestro gozo ”
Introducción
En este día feliz de la Pascua, los cristianos estamos de fiesta porque –como afirmaba Odo Casel, liturgista alemán –“la Pascua es la fiesta de las fiestas, la fiesta más grande”. La resurrección del Señor ocurre en “la hora” esperada, temida y ansiada por Jesús, es el acontecimiento liberador, cuando el grano de trigo evangélico, renacido de la muerte y sepultura, da fruto abundante y se convierte en el pan vivo de la comunidad. Toda la vida de Jesús –tejida de gestos salvadores- culmina plenamente en esta “hora” decisiva. Por eso, estamos de fiesta. Y sólo por eso nos felicitamos la Pascua.
Pero, en este día de fiesta, sabemos de parientes, amigos y vecinos, de compañeros y compañeras de trabajo, que no vendrán al “banquete de los muchos invitados” (Lc 14, 15-24) para celebrar la Vida; cuyo saludo pascual será más rutinario y fingido que una expresión sentida, nacida de una personal convicción de fe. Tal vez, algunos de ellos o ellas nos digan, desconsolados “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Será un buen gesto pascual que, con temple de testigo del Resucitado, la comunidad que celebra la pascua “salga a las plazas y a las calles de la ciudad” (Lc 14, 21) para invitar a todos al banquete pascual del Reino.