Dom
10
Abr
2011

Homilía V Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Yo soy la resurrección y la vida

Introducción

Estamos concluyendo la cuaresma. Cuando la iniciamos, el miércoles de ceniza, se nos invitó a la conversión, al cambio: “Conviértete y cree en el evangelio”. Conversión que se identifica con morir a determinados aspectos de nuestra existencia, para comenzar a vivir de una forma nueva donde aparezcan los signos de algo diferente, fruto del espíritu que habita en nosotros. Finalizamos ese tiempo de muerte para “ir resucitando” a un tiempo nuevo, caracterizado por una vida que viene con la resurrección de Jesucristo.

Como todo camino que se acerca a su final, es momento de dirigir la mirada hacia atrás, para contemplar el trecho recorrido, los aciertos y desaciertos con los que se ha ido tejiendo la andadura; por eso es tiempo, también, de ir rematando adecuadamente nuestra conversión. Ya se vislumbra en el horizonte la luz de la Pascua que ha sido el motivo que ha demandado de nosotros todo este esfuerzo de conversión.

Desde esa mirada hacia atrás y hacia delante parece que la liturgia de este domingo está construida con temas complementarios y contrapuestos: muerte-vida, carne-espíritu, adhesión a Jesús-rechazo de Jesús. En todo queda claro el deseo de Dios de hacer de nosotros un pueblo nuevo que, dejando atrás todo lo perecedero –todo lo que lleva el sello de la muerte, los sepulcros- se vaya rehaciendo con el sello de la vida que viene del Espíritu. La vida, unida siempre a la resurrección, en contraposición a la muerte, tiene una presencia destacada en las lecturas de este domingo. Todo ello nos adelanta la realidad de lo que será el culmen de la Semana Santa: la resurrección de Jesús.